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En treinta años, Isabel II ha convertido la corona en la institución más popular del Reino Unido

Andrés Ortega

Treinta años después de su ascenso al trono del Reino Unido, Isabel II no es quizá la soberana más popular de la historia del Reino Unido. Pero en estas tres décadas la corona se ha convertido en la institución constitucional que cuenta con un mayor apoyo entre el pueblo británico. Aunque la función de la reina es limitada, su presencia es crucial, y la crisis política que se avecina en su país reforzará su posición a la hora de tener que nombrar a un primer-primera ministro.

A los 55 años de edad, la soberana del Reino Unido y de otras dieciséis monarquías en el mundo es la persona mejor informada en Gran Bretaña, teniendo acceso a todos los documentos oficiales, y una buena y larga memoria. Desde que subió al trono, el 6 de febrero de 1952, tras la muerte de su padre, Jorge VI, ha sido testigo y parte en numerosos grandes acontecimientos, y se puede afirmar, sin lugar a dudas, que hoy día Isabel II de Inglaterra es el jefe de Estado con más larga experiencia en el mundo.Isabel II cuida con especial cariño sus relaciones con las fuerzas armadas y, en cuestión de relaciones exteriores, es una, quizá la, gran defensora de la idea de la Commonwealth, la organización que agrupa a antilguas colonias del imperio británico, y de la que es la cabeza visible. Numerosos comentaristas han apuntado que fueron sus buenas relaciones con Kenneth Kaunda, durante la conferencia de los primeros ministros de la Commonwealth, en Lusaka, las que impulsaron por buena vía las negociaciones que llevaron a la independencia de Zimbabue.

Poderes le quedan pocos a esta monarca constitucional, cuyas prerrogativas reales son generalmente asumidas por el Gobierno. La reina interviene, sin embargo, en el nombramiento del primer ministro, eligiendo al líder del partido que más escaños tenga en el Parlamento. En caso de crisis, como ocurrió cuando la dimisión de Harold McMillan tras el escándalo Profumo, tiene un papel importante. En aquella ocasión fue duramente criticada por nombrar a sir Alec Doglas-Home, pero diecinueve años han pasado desde entonces e Isabel II ha mejorado su astucia y tacto político.

Experiencia la tiene, tras haber trabajado con ocho primeros ministros. Para estos nombramientos, la reina puede consultar a quien le venga en gana, y este papel se verá seguramente reforzado tras las próximas elecciones , cuyo resultado podría dejar dividida la Cámara de los Comunes en tres grandes grupos -conservadores, laboristas y la alianza liberal-socialdemócrata-, sin que ninguno controle una mayoría absoluta.

Cambio de imagen

No poco ha contribuido a esta popularidad -demostrada cuando la boda del principce Carlos y lady Diana Spencer, en plena crisis econórnica y social- el cambio de imalgen de Isabel II. Esta reina, que no tiene la misma facilidad de pajalora que su marido, Felipe, duque de Edimburgo, pareció en un principio distante y muy por encima de sus súbditos. En la última década, tras una importante subida por el Parlamento de los gastos de la casa real, a pesar de la inmensa fortuna personal de la soberana, Isabel II se dio cuenta de que la monarquía tenía que ser más visible físicamente para el pueblo británico a través de su persona.El verano pasado, un falso disparo sin consecuencias de un joven durante el desfile de la bandera causó pánico entre los servicios de seguridad de la Reina. A pesar del susto, Isabel II decidió no escudarse detrás de coches blindados ni tener los guardaespaldas demasiado próximos.

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Isabel II goza de buen estado de salud y no piensa abdicar, por el momento. El deber es el deber, y un gesto así socavaría el fundamento de la monarquía británica -sobre la que, sea dicho de paso, se gastan bromas en la televisión estatal británica-. Isabel II tenía sólo diez años cuando abdicó Eduardo VIII para casarse con la señorita Simpson, pero recuerda que esta fue una de las grandes crisis de la monarquía británica.

En su vida personal, la reina británica se comporta como lo que es, una rica terrateniente que adora el campo y los caballos, siendo propietaria de una excelente cuadra de carreras. En estas ocasiones, su vestimenta puede asombrar por su falta de elegancia. Pero en las grandes ceremonias, la corona británica sabe hacer gala de todo el esplendor que el pueblo británico espera de ella.

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