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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Simio por un día

Un viaje alucinante al fondo de la mente.

Director

Ken Russell. Música: John Corigliano. Guión: Sidney Aaron, sobre la novela de Paddy Chayefsky. Productor: Howard Gottfried. Norteamericana, 1981.Local de estreno: Capitol.

Los autores de Un viaje alucinante al fondo de la mente debieron leer en alguna revista del corazón que el hombre desciende del mono. Con el rigor propio de esa información, construyeron una historia que hábilmente, además, adapta ron a la moda haciendo que el científico protagonista de la historia, empeñado en demostrar ese origen, consumiera extravagantes drogas mexicanas. Un cierto público juvenil está así asegurado.Las peripecias del científico, que se sumerge en artefactos acuáticos, no daban para mucho. Por ello, guionista y director aderezaron la película con un sinfín de imágenes que se suponen alucinantes, pero que no superan la media imaginativa de los spots publicitarios rodados con cerebros electrónicos. De cuando en cuando, el científico ve imágenes raras. Entonces, la pantalla se llena de colorines, el sonido sube de volumen y el público se despierta.

Ken Russell es un falso mito. Empeñado en convertirse en un autor original no ha llegado generalmente a la mínima condición de autor. Los diablos supuso, en 1971, un escándalo auspiciado por los moralistas, que negaban la posibilidad de que en el cine se trataran con descaro los temas religiosos Russell se apoyó en él para desarrollar a partir de ahí una buena lista de películas que también se empeñaban en escandalizar. Pero ya no Io logró. Su empeño en torcer las cámaras, en construir decorados absurdos o en romper los esquemas narrativos no revelaban más que un gusto estrafalario, del que rara vez consiguió escapar: The boyfriend o El mesías salvaje son títulos normales que parecen realizados por otro director.

Un viaje alucinante carece de tanta extravagancia, pero no contiene elementos serios. Es un juego banal que se inspira a ratos en Mr. Hyde (cuando el científico, efectivamente, se convierte en mono por una noche) sin perfilar teoría alguna.

En este aluvión de películas de terror, la de Ken Russell puede ser olvidada rápidamente. Muchos otros títulos nos llegan a las pantallas con mayor imaginación, con más modestia. Sin ir más lejos, Sobrenatural, de Eugenio Martín, que ha sabido suplir con ingenio lo que el presupuesto no le permitía.

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