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La Administración Reagan teme que se consolide en Irán la revolución islámica

Al cumplirse el año de la liberación de los 52 rehenes de la Embajada de Estados Unidos en Teherán, tras 444 días de cautiverio, la opinión pública norteamericana parece haber borrado de su memoria los avatares de Irán, tan vinculado a Washington antes de la revolución islámica. Sin embargo, para el régimen de Jomeini, EE UU sigue siendo el enemigo perenne de Irán y no cesa de conspirar para derrocar a la República, islámica. "Muerte a América" se ha convertido en la consigna de los revolucionarios iraníes. La eventual extensión de la revolución islámica a los países árabes aliados es vista con gran recelo en Washington.

Hoy hace un año, los norteamericanos vivieron una jornada memorable al coincidir, en la mañana del 20 de enero de 1981, la liberación de los 52 rehenes norteamericanos, que estuvieron secuestrados 444 días en Teherán, junto con la llegada a la Casa Blanca del nuevo presidente electo, el republicano Ronald Reagan.Poco se sabe hoy de lo que pasa en Irán. La revolución de los imanes radicales no es ya noticia en América. Continúan rotas las relaciones diplomáticas. Aunque, indirectamente, el comercio entre EE UU e Irán sigue funcionando por medio de intermediarios.

El diario The New York Times analizó la situación con una serie de entrevistas entre los rehenes liberados. Aunque con problemas psíquicos, familiares o de salud, la mayoría se ha reincorporado a la vida normal. Varios han dejado sus tareas diplomáticas en el Departamento de Estado, y han pasado a actividades privadas. Para muchos, la dura experiencia iraní ha supuesto un cambio de valores en sus vidas.

Casi todos también se quejan de la escasa atención oficial en el proceso de readaptación a la vida normal. Critican igualmente los 12,50 dólares (unas 1.200 pesetas) con que el Congreso norteamericano decidió gratificar a los rehenes por cada día de "detención. En total, unas 600.000 pesetas.

Ocho de los ex rehenes han escrito libros, en los que exponen sus experiencias de cautiverio. Moorhead Kennedy, que era el tercero en rango diplomático en la embajada, dedica hoy su atención, como director del Instituto de la Paz, en Nueva York, a estudiar la influencia de las religiones en los procesos políticos.

Algunos comentaristas norteamericanos recuerdan que, bajo el precio de una represion considerable, continúa imponiéndose la revolución islámica bajo las directrices del imán Jomeini. Citan también la nueva evolución de la guerra desencadenada por Jrak contra Irán, en septiembre de 1980, en la que los iraníes ganan ,de nuevo te rreno, después del importante avance inicial de tropas iraquies.

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El estrechamiento de lazos entre Teherán, y Moscú,, con incremento de intercambios comerciáles, es otro factor de inquietud para Estados Unidos. Sobre todo porque contribuye al refuerzo de Irán, que, como en la época del sha, puede volver a imponerse como la primera potencia en la sensible zona petrolera del golfo Pérsico.

Washington no olvida que los pequeños emiratos del Golfo, junto con Arabia Saudí, apoyaron a Irak en su conflicto territorial con Irán. Recuerda, por otra parte, la posible presencia de elementos iraníes en el fracasado intento de golpe de Estado del pasado mes de diciembre en Bahrain.

Pero la nueva Administración Reagan parece dispuesta a olvidar lo ocurrido en Irán. Cuando menos, a dejar que el tiempo cicatrice un conflicto que, a lo largo de 1980, en plena campaña electoral norteamericana, contribuyó en gran parte a la victoria del presidente Reagan sobre Jimmy Carter. Un triunfo que hoy celebra Ronald Reagan en su primer aniversario al mando de la Casa Blanca, sin ninguna intención de reavivar el trauma sufrido por EE UU en Irán.

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