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Los cambios en la Administración Reagan darán mayor cohesión a la política exterior de EE UU

Con el reciente nombramiento de William Clark como asistente del presidente para Asuntos de Seguridad Nacional y el de Walter Stoes sel como número dos del Departamento de Estado, el presidente Ronald Reagan pretende dar mayor cohesión a su equipo responsable de la política exterior norteamericana. La íntima amistad que une a Reagan con William Clark, desde la época en que aquél era gobernador de California, contribuye a elevar el papel de Clark en la Casa Blanca, a pesar de que todos los observadores coinciden en destacar el ínfimo bagaje de Clark en materia de relaciones internacionales.

El reajuste en el tándem de responsables de Asuntos Exteriores (integrado por, los titulares del Departamento de Estado, Defensa, CIA y Consejo Nacional de Seguridad) es posible gracias a la dimisión, por no decir la destitución, del polémico Richard Allen, que ocupó el cargo -de consejero para Asuntos de Seguridad Nacional hasta el pasado, lunes.Allen, uno de los supervivientes del naufragio político de la Administración Nixon, víctima del escándalo del Watergate, nunca contó con las simpatías de los hombres más influyentes del equipo del presidente, Ronald Reagan. Era considerado, políticamente, como un débil organizador para, las tareas que tenía encomendadas. Tampoco le benefició su guerrilla dialéctica con el secretario de Estado, Alexander Haig, en materia de protagonismos personales sobre quién debía mandar en la Casa Blanca a la hora de aconsejar al presidente en temas de política exterior.

Pero lo verdaderamente providencial para los detractores de Allen fue el descubrimiento, casi diez meses después de los hechos, de un sobre con mil dólares (unas 97.000 pesetas) en la mesa del despacho de Allen. Cantidad que había entregado a Allen una redactora de un semanario femenino japonés en señal de agradecimiento por las gestiones de Allen para facilitar a la reportera una entrevista en exclusiva con Nancy Reagan.

Aunquéla justicia norteamericana consideró que no era evidente que hubiese habido corrupción por parte de, Allen al aceptar los mil dólares, además del regalo de dos relojes japoneses de escaso valor, Allen fue virtualmente tocado por el escándalo que, durante semanas, cubrió la información en .las primeras páginas de los diarios estadounidenses.

Los tres hombres de confianza del presidente Reagan -su principal consejero, Edwin Meese; su jefe de gabinete, James Baker, y su asistente Michael Deaver-, aconsejaron al presidente la "salida" de Allen de la Casa Blanca. También forzaron el cambio el secretario de Estado, Alexander Haig, a quien se continúa considerando en Washington como el "vicario" de la Administración Reagan en política exterior, y el potente secretario de Defensa, Caspar Weinberger.

A la hora de buscar candidatos destacó, desde el;primer momento, el discreto Wiliam. Clark, de cincuenta, años de edad, a quien une con Reagan una larga y estrecha amistad. Ex juez supremo del Estado de California, ese abogado de voz pausada fue jefe de gabine te de Ronald Reagan cuando el hoy presidente de Estados Unidos, era gobernador de California. Por aquel entonces, Meese y Deaver estaban bajo sus órdenes en el equipo del gobernador. Formaban ya parte del "clan californiano" que hoy cierra filas en los despachos claves de la Casa Blanca.

Con una reputación de buen administrador, sin ambiciones políticas, fiel al presidente, pragmático, con sentido del humor y con buenas relaciones con la Prensa, Clark entra en la cúspidede la Administración del país más poderoso del mundo con un solo hándicap: no cuenta con ninguna experiencia en relaciones internacionales.

William Clark parece destinado a adquirir gran relieve en su nuevo cargo. Informa a diario al presidente de la situación mundial, en coordinación con el Departamento de Estado, el de Defensa y la CIA.

Cuando, a finales de año, Michael Deaver abandone su puesto en la Casa Blanca, por razones monetarias, ya que alega no poder sufragar los gastos de su familia con los seis millones de pesetas anuales que percibe por el puesto, Wiliam Clark formará parte del "triunvirato" decisivo de la Casa Blanca, hoy formado por Meese, Baker y Deaver.

La remodelación, del equipo Reagan en Política exterior no disipa, sin embargo, la verdadera incógnita de determinar quién, o quiénes, mandan realmente a la hora de decidir sobre las actitudes de Washington ante los problemas del mundo.,

Teóricamente corresponde al propio presidente la responsabilidad de exponer y orientar la política exterior. Pero es público que a Ronald Reagan le gustan las cosas "bien masticadas", y prefiere resúmenes de veinte líneas a informes de veinte páginas.

Cuando por ejemplo, el presidente. anuncio sanciones contra la URSS, por su intervencionismo en los asuntos de Polonia, el "equipo" de política exterior, dirigido por el discreto, pero eficaz, vicepresidente Georges Bush, coordinó lo que el presidente Reagan debía anunciar a la Prensa.

Cuando Ronald Reagan anunció en verano la decisión de fabricar la "bomba de neutrones", los "halcones" del Pentágono, a través del secretario de Defensa, Caspar Weinberger, precipitaron una acción no compartida por las "palomas" del Departamento de Estado, cuyo responsable, el ex general Haig, valoraba el impacto sobre los movimientos pacifistas, y sus implicaciones políticas, en los países de Europa occidental.

Por todo ello, con Allen o con Clark, el futuro de la política exterior estadounidense no vivirá al margen de tensiones intemas, tradicionales, por otra parte, en la historia de las recientes Administraciones norteamericanas. La Casa Blanca es el primer "objetivo" a dominar por cada uno de los titulares del Pentágono o del Departamento de Estado, sin olvidar la influyente CIA, sobre cuyosanálisis de la situación, exacta o menos exacta, en el mundo debe basarse el informe diario del consejero nacional de Seguridad, William Clark, a su amigo y presidente, Ronald Reagan.

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