El teléfono se ha convertido en la prolongación del cordón umbilical, según Ronald Laing
El teléfono se convierte en la prolongación del cordón umbilical, como ocurre con las serpientes, que dejan de ser un símbolo fálico. Las nuevas teorías del psiquiatra Ronald Laing son coherentes con su línea anterior y vienen apoyadas por publicaciones de otros investigadores. La psiquiatría debe ayudar al individuo desde dentro y no, como un objeto, desde fuera. Laing vuelve a la carga con un nuevo libro que se publicará en abril en el Reino Unido: La voz de la experiencia.
Hablar con Laing es toda una experiencia, o vivencia, como él prefiere traducir el término inglés experience. En su casa al norte de Londres, a los 54 años de edad, Laing, uno de los creadores de la llamada antipsiquiatría, sigue trabajando incansablemente y recibiendo a sus pacientes. Parece haber dejado atrás los poemas y otras formas de literatura, para volver a unas fuentes que recuerdan a Otto Rank, uno de los primeros psicólogos que habló del «trauma del parto», que afecta posteriormente a los individuos. La vida del feto en la matriz condiciona su posterior desarrollo como individuo.Laing compara las pautas embriológicas con las psicológicas y míticas. Los ejemplos que da son numerosos, pero quizá el más gráfico sea el del teléfono. Algunos le tienen miedo, otros lo usan constantemente y muchos se sienten cortados. No es más que la prolongación del cordón umbilical que nos unía a nuestras madres.
Así, Laing relaciona este cordón con las serpientes, que en la mitología representan a la diosa Luna, enrolladas en la diosa Tierra. «Las serpientes.. son símbolos fálicos», explica Laing, sugiriendo que «estos mitos son más bien una imagen de lo que se siente al estar dentro de la madre Tierra, en vez de, como es costumbre, mirarla siempre desde fuera».
«Si la serpiente es un cordón umbilical y no un símbolo fálico», prosigue Laing, «pertenece tanto a la mujer como al hombre. Este es un cambio importante en la teoría de la sexualidad. Espero que les guste a las mujeres, que se han opuesto tanto a la teoría de la envidia fálica» El pene puede entonces volverse lo que Laing califica de «imbilizado», y el acto sexual se convierte en una relación umbilical. «Pero, claro está», concluye Laing, «el hombre puede llevarse el pene con él y la mujer no».
Laing ataca, pero no condena, el mundo de la ciencia objetiva. «¿Dónde hay un lugar para las vivencias en este esquema de las cosas? El proyecto científico intenta ver lo que podemos descubrir eliminando la vivencia». Esto nos ha llevado en la práctica, según Laing, a la posibilidad de destruir la vivencia. Por un lado, los neutrones, la ciencia que divide, disecciona, y por otra parte, la bomba de neutrones, con la que podemos desaparecer en la nada.
Por ello, Laing se propuso examinar ese mundo de las vivencias y de las experiencias inconscientes que no encuentran lugar en la ciencia. «En la Seguridad Social británica no se suele decir a un paciente que va a morir. La muerte no tiene ningún valor de supervivencia, no tiene ningún valor científico». Lo mismo, dice Laing, ocurre con la experiencia del nacimiento.
A Laing le interesan estas experiencias, en las que no existe un órgano físico -el cerebro-. Así, ha estudiado casos de personas que habían sido dadas por clínicamente muertas y que se han recuperado. Se puede observar a alguien y sus ondas cerebrales, a un feto, pero no hay ningún modo objetivo de decir lo que pueda estar en su alma, si existe, mirando a su cuerpo.
«Esto abre una zona de anarquía epistemológica que permanecerá siempre abierta, lo que significa que ninguna práctica institucionalizada puede dominar este campo», opina Laing.
Estos estudios han llevado a Laing a insistir en la condicionabilidad de los fetos. «Nuestro computador comienza a desprogramarse desde el principio y se sabe que algunas reacciones químicas pueden afectar al futuro desarrollo psicológico del feto», concluye Laing, explicando los ejemplos antes señalados.
En cuanto a la situación de la psiquiatría, Laing no se siente optimista. «El problema de encerrar a gente que no se desea no ha sido resuelto. Todas las sociedades han tenido este problema. No es una cuestión que sólo pertenece a la psiquiatría. La división de la medicina que se llama psiquiatría puede perder su credibilidad si se siente que no trae los resultados que se esperan de ella». A no ser que haya un cambio general del sistema, la función de la psiquiatría será redistribuida, opina Laing. «La Inquisición se lo pasó a los psiquiatras a través de algunos años de indeterminación, y los psiquiatras podrían tener que pasarla a otra camarilla», termina diciendo Laing.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.