Moscú advierte ante cualquier intento occidental de modificar la situación creada en los acuerdos de Yalta
"Los contrarrevolucionarios quieren modificar la situación europea salida de la segunda guerra mundial", acusaba ayer, nuevamente, la agencia soviética Tass. Este recuerdo de los acuerdos de Yalta -que delimitaron las zonas de influencia del Viejo Continente- ha venido siendo interpretado en Moscú más como una advertencia a Occidente que a los contrarrevolucionarios a los que se cita.Una situación salida de una guerra mundial sólo podría ser modificada de nuevo por una guerra mundial. Este es el argumento que parece estar detrás del recuerdo de Yalta. Precisamente por ello -se estima en Moscú-, los soviéticos han utilizado pies de plomo frente a la crisis de Polonia.
La traumatizada memoria colectiva de los soviéticos parece orientada también en este sentido. Los medios de comunicación de la URSS no han escamoteado dramatismo a la hora de informar durante los últimos meses sobre el agravamiento de la tensión Este-Oeste. Así, se ha ido creando cierta paranoia, que toma forma en el recuerdo de los veinte millones de soviéticos muertos durante la segunda guerra mundial y los durísimos años que la sucedieron.
"¿Qué pasa en Polonia?". Los escasos soviéticos de la calle que tienen acceso directo a los occidentales que viven en la URSS repiten nuevamente esta pregunta, alarmados un tanto por la generosidad ínformativa de la Prensa de Moscú. Los viejos resabios son inevitables: "Si aquí dicen que la situación es grave, eso significa que las cosas han de ser peor", viene a ser el argumento.
En la medida en que se pueda generalizar sobre el sentir de la muy opaca opinión pública soviética se podría afirmar que no es precisamente simpatía lo que los ciudadanos de la URSS sienten por los polacos. Al margen de los viejos litigios históricos, los rusos -que suelen ser conscientes de vivir mucho peor que las demás nacionalidades del mundo comunista europeo- saben bien que son ellos los que terminarán pagando las deudas de sus vecinos y enviándoles nuevas remesas de alimentos, precisamente en un momento en el que, por ejemplo, comprar un paquete de mantequilla en Moscú es obra de titanes.
De este modo, cualquier posibilidad de contagio queda excluida. Más bien pasaría lo contrario: los soviéticos serían partidarios -al igual que sus dirigentes- del empleo de la mano dura. Pero, ante todo, queda el temor de una nueva guerra, de un nuevo conflicto provocado por la alteración de los bloques definidos en Yalta.
Poniendo una nota de distensión en la crisis, el órgano del Ejército de la URSS, Krasnaia Svezda (Estrella Roja), daba cuenta ayer de la presencia en Moscú del mariscal Víctor Kulikov, jefe militar del Pacto de Varsovia. Según habían informado fuentes occidentales, Kulikov habría estado hasta la pasada semana en Varsovia, sirviendo de enlace entre el Kremlin y las autoridades militares polacas.
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