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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El cerco a Polonia

ES DIFICIL interpretar con justeza el complejo alud de noticias que llegan de Polonia. La incomunicación del país persiste y la necesidad de noticias se nutre principalmente de testigos de dudosa calidad -salvo excepciones-, que pueden hacer confundir un hecho particular por una situación general. Pero los hechos concretos, aquellos que se saben ya sin ninguna duda, describen una situación dolorosa y dramática. Un régimen impuesto por la fuerza incomunica a un país; de esta incomunicación debe deducirse que lo que está perpetrando en el país es tan sucio y tan abominable que no debe saberse.No se conoce tampoco cuál es la importancia de la resistencia popular, que por días parece disminuir o aumentar, según las impresiones particulares de esos testigos de ocasión; las cifras de víctimas y detenciones son distintas, pero indican a la postre que esa resistencia existe. El desaliento principal consiste en imaginar que el aumento de la resistencia puede producir el aumento de la represión y la intervención directa soviética, más o menos disfrazada de Pacto de Varsovia, quizá el preludio de una guerra civil. Los dictados de Yalta parecen todavía en vigor, y la insistencia en el tema del "asunto interno" por parte de Occidente parece respetar aquella vieja monstruosidad que representa hoy una injusticia a escala mundial.

La interpretación más optimista de los sucesos -y la palabra optimista rechina en todo este contexto de tragedia- tiende a explicar que los polacos han llegado a esta situación límite para evitar otra que suponen peor: la de la intervención del Ejército soviético. No es imposible que ésta haya sido la intención de algunos de los colaboradores de Jaruzelski. Pero aun aceptando esta tesis, no cambia el fondo de las cosas, pues no se sabe qué es peor para el pueblo polaco, si ver la opresión intentada o ejecutada por una potencia extranjera o por sus propios compatriotas militares. No puede considerarse nacional a un Ejército que oprime a la nación.

Mas esperanzadoras son las noticias de negociaciones posibles: la que conduce un enviado especial del Papa y la que todavía podría estar tratando de llevar adelante Lech Walesa, a quien ayer por la mañana se suponía en una especie de libertad vigilada y en contacto con los restos de Solidaridad y con la Junta Militar de Jaruzelski. Algunos polacos del grupo de Solidaridad que están en el extranjero parecen conservar la esperanza de que se levante en breve el estado de sitio, aunque es obvio que un regreso a la anterior normalidad resulta del todo imposible. No dejande hablar, por otra parte, de la capacidad del pueblo polaco para la clandestinidad, por su antigua y desesperada escuela de este siglo, y se muestran seguros de que si fracasan las éventuales negociaciones la resistencia va a prosperar. El férreo cerco informativo al país impide, sin embargo, una evaluación suficiente de estos rumores y especulaciones. La realidad final que emerge es sólo esta las libertades públicas han sido aplastadas, los detenidos se cuentan por decenas de millares y rondan ya los doscientos los muertos.

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