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Las representaciones de "La vida es sueño", de Calderón, comienzan mañana en el Español

José Luis Gómez dirige el montaje e interpreta el personaje de Segismundo

Las sesiones de preestreno de la obra La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barça, en el teatro municipal Español, de Madrid, comenzarán mañana, viernes, en funciones de tarde y noche, tras un retraso de veinte días a causa del accidente sufrido por José Luis Gómez, actor y director de la obra, durante un ensayo, con rotura parcial de un músculo de la pierna izquierda. En el reparto de la obra figuran José Luis Gómez, Ana Marzoa, Angel Picazo, Luis Prendes, María del Mar Targarona, Francisco Merino, Angel de Andrés, Dionisio Salamanca, Andréu Polo, Jesús Cracio y Carlos Fernández de Castro.

La intención de José Luis Gómez en el montaje de La vida es sueño es adecuar un texto dramático escrito para el siglo XVII en los hábitos de percepción del siglo XX. «No me interesaba identificar el barroco, sino proceder barrocamente en el desarrollo de la violencia y de los personajes. En el aspecto plástico, buscarla paradoja y una clasicidad en el montaje, partir de la teatralidad y espectacularidad, inherentes al barroco, con medios escuetos y nobles. El espacio donde se desarrolla la obra quería que fuese un universo de astros, un universo exquisito de luz. Otro elemento importante del barroco es la música. Se ha hecho una partitura entre la música barroca y Pink Floyd».La vida es sueño se representa en una adaptación realizada por Alvaro Custodio y José Luis Gómez, con dramaturgia de José Sanchis Sinisterra. En el equipo artístico: dirección de José Luis Gómez, escenografía de Eduardo Arroyo, música de Pepe Nieto, figurines de Begoña del Valle, iluminación de José Miguel López Sáez, control de voz de Michael McCallion, control de dicción de Concha Barral, esgrima escénica de Joaquín Campomanes y ayudante de dirección de María Ruiz.

La adaptación mantiene fidelidad al texto, con algunas alteraciones temporales y supresión de textos reiterativos, dando una mayor continuidad y claridad a la historia de Rosaura. «En la puesta en escena», dice José Luis Gómez, «no se ha pretendido reconstruir lo barroco, en el sentido arqueológico, sino acercarse a la obra utilizando las vías propias del barroco, esto es: descubrimiento, sorpresa, paradoja, asombro, suspensión de juicio y, transformación ».

«Otra idea que ha estado muy presente en el montaje», añade su director, «es la de considerar este texto como un testimonio de nuestro pasado e independientemente de que se comparta o no la ideología que transmite, presentarlo como tal, desvelando, no tergiversando, su contenido, ya que en la medida que analizamos nuestro pasado comprendernos mejor nuestro presente como su heredero. El tema del poder absoluto y su ejercicio por delegación divina no es original de Calderón, pero si caracteriza una época crucial de la historia de España».

En el reparto de la obra coinciden tres veteranos: Angel Picazo, en su primera obra clásica; Luis Prendes y Francisco Merino, con tres intérpretes que proceden del teatro independiente: Ana Marzoa, María del Mar Targarona y Angel de Andrés, así como once actores jóvenes en papeles alejados de la mera figuración. José Luis Gómez asume el papel de Segismundo, después de seis años sin actuar, dedicado a tareas de dirección.

Decir el verso

Uno de los aspectos más cuidados en la preparación de los actores ha sido la forma de decir el verso de Calderón, problema que arrastra el teatro clásico. «Se ha querido evitar el rengloneo, de tradición romántica, que va en contra del sentido. En el montaje, el verso se percibe como algo fácil. Ha habido un control estricto de la medida y las voces tienen un nivel de proyección y sonoridad. El volumen y, la intensidad son muy fuertes y se puede conseguir sin daño a través de una mínima colocación técnica».

El inglés Michael McCallion profesor de la Academia Real de Artes Dramáticas de Londres durante once años, ha trabajado en el control de voz. El año pasado realizó cursos, en Madrid y Barcelona con actores españoles y tiene el proyecto de montar un espectáculo en España la próxima temporada así como la publicación de un libro sobre la manera de utilizar el cuerpo y la voz en la actuación.

«Hay muy, buenos actores y actrices», declaró McCallion, «pero hay una gran carencia de formación. Aparte de la falta de escuelas tampoco existen compañías estables. Mi trabajo es liberar al actor de sus vicios, de sus usos habituales, en la voz y en todo el cuerpo y, sobre todo, en la imaginación, sin separar las disciplinas del trabajo teatral a través de unas técnicas que liberan el uso del cuerpo. Un aspecto fundamental es la relación que existe entre la cabeza y la columna vertebral. A causa de los hábitos durante años, los actores tienen las voces completamente bloqueadas».

El control de dicción ha estado a cargo de Concha Barral, quien ha dirigido el trabajo hacia la comprensión del texto buscando las cadencias rítmicas del verso barroco, cuya dificultad estriba en la acumulación de imágenes.

El pintor Eduardo Arroyo, de 45 años, residente en París, ha creado la escenografía de La vida es sueño, como una actividad extrapictórica, «para volver con más fuerza a la pintura». Pertenece a una generación que en los años sesenta hace una pintura de significación, en oposición a la abstracción lírica y al informalismo. En Madrid sólo ha expuesto en dos ocasiones, en 1963 y en 1977, y el próximo mes de mayo se celebrará una antológica que recoge veinte años de su pintura. En teatro ha realizado varias escenografías para obras dirigidas por Klaus Gruber, entre las que figura El arquitecto y el emperador de A siria, de Arrabal,

«He tratado de imaginar un espacio ideal e irreal para recibir el verso de Calderón, sin referencias históricas concretas. El espacio es un decorado de luz, con la máxima simplicidad».

Los materiales empleados en la escenografía son una tonelada y media de cristales, la mayoría metraclilato, y unas 1.500 pequeñas bombillas, todo ello construido en el mismo escenario. El decorado es el mismo para las tres acciones,

la obra. En el tratamiento de la luz ha intervenido José Miguel López Saez. «Ha sido una apuesta», dice Eduardo Arroyo, «materializar este decorado imaginado hasta convertirlo en un palacio de cristal de evocación poética y crear una atmósfera particular para el verso ».

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