Clausura del Encuentro sobre Cristianismo y Revolución
«En sociedades socialistas con tan amplia base popular cristiana como las nuestras, el problema ya no es si el marxismo es compatible con el cristianismo, sino la capacidad práctica de los cristianos en la reconstrucción moral y política de nuestros pueblos hasta ahora dominados», decía un participante nicaragüense en la conclusión de las jornadas sobre Cristianismo y revolución, que se han clausurado ayer en Madrid y en las que han participado cien delegados de países, como Cuba, Guatemala, Nicaragua, Tanzania y Mozambique y Zimbabue.En el encuentro, donde predominaban los participantes políticos -cristianos y no cristianos- sobre los intelectuales, había una idea dominante: la revolución que sus respectivos pueblos habían llevado a cabo, o trataban de conquistar, se legitimaba en sus frutos emancipadores y no tenía necesidad de recurrir a ningún discurso exterior, como, por ejemplo, el religioso. La Iglesia ahí tenía su lugar, en tanto en cuanto hiciera suya esa racionalidad revolucionaria.
Con la misma insistencia se afirmaba la necesidad de que los cristianos no renunciaran, en ese proceso, a su capacidad crítica frente a los errores de la revolución política. En las asambleas plenarias se ponía, sin embargo, en evidencia que ambas afirmaciones (que la revolución acepta a la Iglesia en cuanto asume la racionalidad revolucionaria, y la otra, según la cual la Iglesia no tiene que renunciar a su papel crítico) no resultaban siempre compatibles. Esa doble afirmación, que parece ser la cruz de la teología de la liberación, era considerada como uno de los graves problemas que los cristianos en países como Cuba, Nicaragua o Mozambique tenían que profundizar.
A pesar de los elementos comunes a los cristianos en regímenes socialistas de Latinoamérica y Africa se ha podido constatar el desconocimiento mutuo. Los africanos, que no disponen de un discurso teológico tan elaborado como el latinoamericano, ofrecen, sin embargo, experiencias más arriesgadas.
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