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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Las cuatro perras

De todo el capitanazo de los cien, a uno, lo que más le ha conmovido y movido a escribir, quizá porque uno está especialmente dotado para lo pequeño (indotado para lo grande), es eso de las cuatro perras que los firmantes/ ciclostilantes han dejado a deber a la señorita de la imprenta Montesquinza, papelería en que fotocopiaron su papel. Aparte otros documentos, la papela es un folio, y fotocopiar un folio vale ocho pesetas en todo Madrid. La señorita lo ha dicho con esa entrañabilidad de lo minutisimo:-Por cierto que todavía no me han pagado.

Y me acordé inmediatamente del 23/F, cuando se supo que los guardias que habían desembarcado en el bar de las Cortes, como los aliados en Normandía, se habían llevado el bote de las propinas. Por cosas así, por pequeñeces como ésa, por cuatro perras, por ocho pesetas, se queda mal ante la historia, hombre, y tampoco es eso. Los que iban a quedarse con el país el 23/F decidieron quedarse, además, con el bote de los camareros. Gracias. Los cien del capitanazo le dejan a deber las ocho pesetas de la fotocopia a la señorita de la papelería. Un documento que amanece a la Historia deudor de ocho pesetas es un documento controvertible. Pues que, por este acto fallido, freudiano, podemos hacerle una lectura diversa y profunda a su conducta: quienes vienen a salvar al pueblo español enseñan sin querer su profundo olvido del pueblo al llevarse, como botín de guerra, el bote de los camareros, o al olvidar, no sé si deliberadamente, el pago de ocho pesetas por el alquiler de un robot que es de una multinacional. Una de esas multinacionales que nos colonizan y nos fotocopian el alma hasta que damos por dentro la insospechada foto/camé de un vaquero/actor: Reagan.

Contra esas multinacionales, en las que se hace soluble y desaparece la nacionalidad española, supongo que firman también los firmantes. Bertolt Brecht escribió La ópera de cuatro cuartos. Esto ha sido la ópera de ocho pesetas. Anda por Madrid el truco picaresco, castizo y delincuente que llamaremos del sofá de Troya. Se lleva un gran sofá a nombre de una señora, cuando se sabe que la familia está fuera, consiguiendo fácilmente que el portero abra a los portadores para meter el mueble. Dentro del sofá de Troya hay un profesional de las manos que sale de entre la gomaespuma y el skay, desvalija el piso y lo abandona a deshora. Algo así me parece que está pasando con el capricho español del facticismo. Algunos se están dejando utilizar como sofá, caballo de Troya o caballo de Pavia, llevados quizá de un patriotismo extrapolado. Dentro del sofá, con su honorable apariencia tranquilizadora, con su elegancia dandy y casi militar (hay un dandismo de los muebles), dentro del sofá, digo, va un civil, o quince, que rajará la tapicería con el abrecartas de su correspondencia bancaria y se apoderará del piso nocturno cuando todos estemos durmiendo. Entre el truco del sofá y el acto fallido de las ocho pesetas, toda la movida antidemocrática. La Historia no puede seguir su curso épico dejando a deber ocho pesetas al pequeño comercio. Creo que Ferrer-Salat, como patache de la industria y la empresa nacionales, debe coger el puente aéreo y venirse a pagarle las ocho pelas a la señorita de la papelería.

Grabam Greene cuenta en sus memorias (Argos/Vergara) que ambientó su primera novela en el rincón londinense donde se habían reunido los refugiados españoles de la guerra carlista. Esto es lo más irónico y penoso: que llevamos siglo y medio matándonos por ocho pesetas, por cuatro perras ideológicas, las que separan la bandera española del 20/N de la bandera española del 6/D. Que son iguales.

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