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Los descubrimientos arqueológicos convierten a Cantabria en el centro para los estudios del cuaternario

Puede haber un santuario aún más antiguo que el de la cueva de El Juyo

La cueva de las pinturas en Altamira, el enterramiento de un hombre de hace 30.000 años en la cueva Morín y el santuario de la gruta de El Juyo son descubrimientos arqueológicos que van a permitir a los especialistas un conocimiento profundo de la vida del ser humano en la prehistoria más lejana. Estos tres vestigios del Paleolítico se encuentran, además, reunidos en treinta kilómetros a la redonda, en la región de Cantabria, en el caso de Morín y El Juyo a unos doce y quince kilómetros de Santander, respectivamente, y a una distancia doble, aunque en la misma región, para las cuevas de Altamira.

Estas últimas fueron descubiertas hace 102 años por Marcelino Sanz de Sautuota, el hallazgo del hombre de Morín lo realizaron los profesores González Echegaray y Leslie G. Freeman, en 1968, y diez años después los citados arqueólogos volvían a culminar con éxito las excavaciones de El Juyo.Las tres grutas guardaron durante miles de años restos de acciones humanas que convierten a Cantabria en lugar de encuentro necesario para el estudio de la vida, las costumbres y el arte cuaternarios. Si en el caso de la sala de las pinturas de Altamira, cerca de Santillana del Mar, el descubrimiento no mereció las primeras páginas de la Prensa de la época, sino las suspicacias de los científicos, los otros dos descubrimientos arqueológicos corrieron suerte bien distinta desde el principio. Para confirmar la antigüedad del enterramiento de Morín, bautizado Pipo el de Morín, el Gobierno de Washington fletó un avión especial para el traslado de toneladas de tierra y roca. expuestas más tarde durante seis meses en el Museo Nacional de la capital norteamericana bajo el título de La sombra de un hombre de hace 30.000 años. Y ahora, el hallazgo del santuario de El Juyo vuelve a llamar la atención de todo el mundo

El Juyo puede ser un nuevo Altamira, y en Cantabria la gente es especialmente sensible al negocio turístico.

Habrán de pasar años antes de que se den por finalizadas unas excavaciones iniciadas en 1978 y 1979, bajo la dirección conjunta de Joaquín González Echegaray y Leslie G. Freeman, en equipo formado con los profesores Ignacio Barandiarán, entonces de la Universidad de Santander Y ahora destinado a la del País Vasco, y Richard G. Klein, de la Universidad de Chicago, lo mismo que Freeman. Para los trabajos de laboratorio. el grupo contó con la colaboración de S. Porter, de la Universidad de Washington, para el estudio de los sedimentos, de la profesora Larol-Gourhan para el análisis del polen, y de Benito Madariaga, para el estudio de los moluscos encontrados en la cueva.

González Echegaray y Freeman, ayudados por estudiantes y posgraduados españoles, norteamericanos, surafricanos, colombianos e ingleses, han trabajado en El Juyo los meses de verano de 1978 y, 1979, dos centenares de días en total. en jornadas de hasta ocho horas. El equipo, que nunca superó las veinticinco personas, removió cuidadosamente toneladas de tierra, recogió restos de alimentación, muchísimos huesos de ciervo y cantidades incalculables de conchas de mariscos, y ha dejado el suelo de la gruta preparado para iniciar, el próximo verano, el estudio del nivel sexto, mil años más antiguo que el estudiado hasta ahora, llamado nivel cuatro, una vez despejada la capa quinta de estalagmitas correspondientes, sin duda, a un momento de abandono de la cueva.

La cueva de El Juyo, que tiene unos quince metros de largo por ocho de ancho y una altura considerable, fue descubierta en 1955 por Alfredo García Lorenzo. Tres años después realizaba una primera excavación González Echegaray y el médico belga Paul Jansens, que publicaron una memoria de sus trabajos.

Una polémica personalista

Como hace un siglo con la polémica sobre la autenticidad de las pinturas de Altamira, que Angel de los Ríos, en las páginas de El Eco de la Montaña, atribuía a la mano de pastores y posteriormente a la época romana, el descubrimiento del santuario de El Juyo ya ha sido durísimamente contestado en la Prensa local por el director del Museo de Prehistoria de Santander, Miguel Angel García Guinea, autor de un completo estudio sobre el románico de Cantabria, experto prehistoriador y ex miembro de la comisión científica de Altamira.García Guinea ha escrito que estamos ante «un presunto hallazgo que empieza a ser sospechoso para el juicio de toda mente científica, en primer lugar, por el sensacionalismo con que ha sido presentado ante la opinión pública».

Los medios de comunicación de Cantabria, al destacar estas «puntualizaciones de la dirección del Museo Provincial de Prehistoria», no advirtieron a los lectores de las pésimas relaciones que existen, desde hace años, entre García Guinea y el equipo investigador de la gruta de El Juyo.

García Guinea dice que el museo y él mismo son ajenos totalmente a estas excavaciones arqueológicas y, por tanto, a las interpretaciones sobre los resultados. Sin embargo, se sorprende porque González Echegaray y Freeman quieran «hacer de su interpretación, totalmente subjetiva, una verdad absoluta que parece ha de ser aceptada a priori por les especialistas».

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