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Tribuna:SPLEEN DE PARIS
Tribuna
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El voto del miedo

La reconversión del miedo cívico en voto político es quizá uno de los fenómenos más sutiles y hasta originales a que estamos asistiendo hoy en España. La democracia post/coño, la democracia rodeada, asustada, vigilada, censurada, la democracia plazaorientalista, incluso, quiere transformar el miedo cívico o incivil en voto útil, en voto a la derecha, extrema o no.La colza, el paro, el vacío de poder, el miedo a entrar en la OTAN, el miedo a no entrar (quizá más activo que el otro), todos estos miedos, no sólo limitan una democracia en libertad (tenemos hasta el miedo de que pongan o no pongan por la tele la película anunciada, que ya nunca se sabe), sino que condicionan el voto del futuro, porque un ciudadano amedrentado, parado o tejerizado no vota libre. Grandes contingentes de miedo se están transformando ante nuestros ojos en grandes contingentes de posible voto, y esto no sólo lo propicia el Gobierno -que, más que gobernar, hace electoralismo-, sino que lo propician todos los cantones de la sociedad hostiles a la democracia. El Poder no suele tolerar mucha más imaginación de la que ya nos viene pasteurizada/ plastificada en los violines de Ingres, pianos de la Moncloa y otros inocentes diletantismos. Guinovart, el gran plástico catalán, sobre el que acaba de escñbir un hermoso libro Corredor-Matheos, nunca decorará la intimidad marengo de Calvo. Sotelo.

Obsérvese que, mientras la Zarzuela premia a los vanguardistas -Chillida, Tàpies, Onetti-, la Moncloa sigue tocando a los clásicos. Uno de nuestros grandes economistas de dimensión europea, o que posee un entendimiento europeo de la economía, José Luis Sampedro, tiene que dedicarse a escribir novelas -Octubre, octubre-, que le salen muy bien, pero que no van a orientar demasiado la finanza española, frente a la guerra contrasindical de mi comensal Ferrer-Salat. José Luis Abellán se nos va del Barroco a la Ilustración, con su gran saber, y no comprendo cómo ha podido dar el paso, porque España se para en el Barroco catçolicode los jesuitas, entre el XVII y el XVIII, y la Ilustración es una cosa a la que todavía tenemos que llegar si se ganan las elecciones. Para que la Ilustración no gane las elecciones, queridos Sampedro y Abellán, se está gestando en España el voto del miedo o, dicho con menos gesticulación, el reciclaje del miedo en votos: se está reconduciendo a la sociedad española, en sus inmensas y vacilantes clases medias, hacia la utopía de la seguridad (la seguridad es la negación de toda Utopía). Mejor que acabar con la democracia a gritos, que fue lo primero que se montaron los pronunciados, amotinados y descendidos de todos los montes de las ánimas, parece que se ha optado tácitamente (la decisión está en e aire y puede que no la haya tomado nadie) por el golpismo blanco, confiando en la desconfianza y deduciendo, con certidumbre y cinismo, que la incertidumbre da el voto conservador, amarrado, quietista, ordenancista e inmanentista. Más que cubicar manifestantes, importa traducir eso a votos, como en un problema de quebrados, a ver qué nos da al cambio.

Frente al moderado avance de la oposición moderada, más el entoñar de partidos de solera eurodemócrata, que ya tienen o tenían copadas las sofemasas, al sistema orográfico fundamentalista no le queda sino transformar el miedo en votos. Lo que se enfrenta en las próximas elecciones, querido Abellán, es el Barroco jesuita contra la Ilustración volteriana. La transición no ha sido sino un nuevo intento por saltar del XVII al XVIII. Ahí es donde siempre nos la pegamos.

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