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El Gobierno francés duplica el presupuesto dedicado a las tareas culturales

El ministro Jack Lang defiende la cultura como "el arte de vivir"

El voto del presupuesto de la cultura para el año 1982 ha constituido un acontecimiento en este país. En plena crisis económica, el Gobierno mitterrandista decide privilegiar las tareas culturales con un aumento del 50%, sin precedentes en la historia gala. Los 6.000 millones de francos (más de 100.000 millones de pesetas con los que contará el ministro de Cultura, Jack Lang representan el doble respecto al año pasado.

La política cultural de este último se funda en tres nociones precisas: creación, formación, descentralización; lo que, en su opinión, debe consagrar a la «cultura como el arte de vivir».Cuando el actual presidente de la República, François Mitterrand, dirigía la oposición socialista, su objetivo cultural se cifraba en exigir el 1% del presupuesto nacional para este sector. Era la cota ideal, «soñada» por todos los ministros que se han sucedido en la historia de la V República, después de la primera etapa, acuñada por la personalidad del escritor André Malraux.

Ahora que es presidente, en plena crisis económica, el ministro Lang ha conseguido el 76% del presupuesto de la nación, y ya, esto, se considera una hazaña, que ayer fue celebrada en la Asamblea Nacional por los intelectuales adeptos al nuevo poder, que acudieron al hemiciclo para escuchar el discurso con el que el ministro defendió su presupuesto y expuso la filosofía de su política cultural.

El 50% de los franceses nunca ha ido al teatro; las tres cuartas partes de los ciudadanos de este país tampoco han entrado nunca en un museo, y un tercio de los mismos ciudadanos no ha leído nunca una novela. Estos datos estadísticos le sirven al ministro Lang para anunciar el final de «la cultura como suplemento del alma».

Según sus propias palabras, el pasado 10 de mayo, día de la victoria de Mitterrand, los franceses «franquearon la frontera que separa la noche de la luz». En lo sucesivo, dijo, «ya no estarán, de un lado, la imaginación tendiendo la mano (para recibir una limosna), y del otro, la desesperanza, fabricando cócteles molotov». A su entender, «el fracaso económico de nuestros antecesores fue, sobre todo, un fracaso cultural».

El Ministerio de la Cultura, en lo sucesivo, «pensará, en primer lugar, en los trabajadores», pero no desanimará a «los mecenas privados».

Ni indiferencia ni injerencia

Y más aún: «Ni indiferencia ni injerencia: esta será nuestra línea de conducta. No existirá, por un lado, la gran cultura, la noble cultura con las manos limpias, es decir, la del sector público; y, por el otro, la cultura con las manos sucias, esto es, la de las fábricas, la industria cultural». Con todas estas anotaciones, el ministro denunció «el sabotaje cultural» del pasado y esbozó la doctrina del mitterrandismo en la materia, que resumió en una frase al recordar que «la cultura es la vida».Conviene anotar que la República mitterrandista ya ha sido calificada como «la de los profesores», porque dos tercios de sus diputados pertenecen a ese sector. El propio presidente, rompiendo con una tradición más abstracta, quiso que su fotografía oficial fuera un símbolo cultural, con el que desea impregnar su septenio, al aparecer con un libro en las manos.

El palacio del Elíseo, que para Mitterrand, según sus propias palabras, es una oficina, desde que desapareció el giscardiano, ha sido poblado por consejeros procedentes del elenco intelectual de la izquierda parisiense: el historiador Claude Macerón, el novelista Paul Guimard, el ensayista Regis Debray y otros.

El ministro de la Cultura, Jack Lang, igualmente, se ha rodeado de intelectuales. Por todo ello, el voto del presupuesto de la cultura se ha presentado como la ceremonia matrimonial «entre el Estado y la cultura».

En la práctica, para el año próximo, uno de los sectores más beneficiado es el de las artes plásticas, cuyo presupuesto aumenta en un 120%, y prevé la creación de un Centro Nacional de las Artes Plásticas, semejante al que ya existe del cine. El presupuesto del teatro y de la música, globalizados, ganan un 66%. El relativo a todo lo concerniente al libro se triplica, para acentuar, en primer término, la creación de bibliotecas. El cine y el audiovisual se sitúan en la picota de «los premiados», con un aumento del 250%.

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