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En Moscú se añoran los tiempos de tiendas con estantes llenos

Los rusos -cómo no- lo cuentan con un chiste bastante siniestro: dos ancianitas entran en una vieja tienda de comestibles de la calle de Gorki, en Moscú, que aún conserva en el techo la rancia decoración de tiempos pasados. Señalando las desiertas estanterías, le comenta una a otra: "¿Te acuerdas de que aquí había antes caviar rojo; allí, caviar negro; más allá, vino georgiano; al lado todo tipo de embutidos, y enfrente, coñá de Armenia.... y comprabas, y la dependienta te sonreía, y te lo envolvían en un papel muy bonito, y le ponían un lazo ... ?". La otra anciana reflexiona y pregunta: "¿A quién le molestaría todo eso?".La nostalgia rusa no vuelve la mirada sólo a los tiempos prerrevolucionarios. Los moscovitas de hoy aún recuerdan cómo, superada la negra posguerra, los estantes de las tiendas estaban repletos de artículos que hoy sólo pueden adquirir pasando por la trastienda -es decir, pagando un sobreprecio a uno de los dependientes-, o en establecimientos muy especiales abiertos sólo a ciudadanos de cierto nivel.

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Aprobado por el Soviet Supremo, con ligeros retoques, el plan quinquenal de la Unión Soviética 1981-1985

Productos básicos como la leche, la carne o los huevos son, a veces, imposibles de encontrar en el comercio.

Hoy día, en la Unión Soviética se da la curiosa paradoja de que es el propio jefe del Estado el autor de las más severas críticas. Estos dos últimos días sirven de ejemplo: el lunes, Breznev lanzaba duras censuras al funcionamiento del sistema, y ayer, en la tribuna de oradores del Soviet Supremo, dos de los máximos responsables de la economía soviética -el de Planificación, Nikolai Baibakov, y el de Finanzas, Vasili Garbuzov- recitaban con cierto aire triunfal la letanía de previsiones del plan quinquenal.

Son pocos los observadores occidentales que creen que se puedan alcanzar las previsiones de producción de alimentos para 1985.

Llegar a los 235 millones de toneladas en la producción de grano significaría, nada menos, que incrementar en más de un 35% la cosecha de este año, que es ya la tercera que presenta un gran déficit en los últimos tres años.

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En la actualidad -y según datos oficiales- el consumo de carne por cabeza sigue siendo el mismo que en 1975, y el de leche ha ido descendiendo desde entonces. Breznev insistió el lunes en las soluciones ya planteadas el pasado mes de febrero, en el 26º Congreso del PCUS: descentralización en las decisiones de política agraria y ayuda al pequeño sector privado de la agricultura.

Así, se tendería a que las diversas explotaciones intervinieran en marcar sus topes productivos y decidieran también en qué condiciones se realizarían los trabajos: cómo, cuándo, con qué medios..., en lugar de seguir pautas que llegan desde lejanos despachos y que pueden dar lugar a la paradoja de que -como reza la anécdota- se activen los regadíos en días de lluvia.

Lo cierto es que, en un momento en que el tema del abastecimiento toma cierto carácter grave -el propio Breznev se refería el lunes a sus posibles efectos políticos-, la maquinaria burocrática parece atascada.

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