El triunfo de la otra cara de la ópera
Patrocinado por el Ministerio de Cultura y realizado por la Escuela Superior de Canto, el Ciclo de Opera de Cámara, inaugurado el jueves en el teatro de la Zarzuela, presenta un alto interés musical. Constituye algo así como la otra cara de las temporadas con divos apoyadas en los grandes títulos de repertorio. Por lo mismo, la escasa asistencia de público nos sugiere -una vez más- la idea de que nuestra afición musical -y concretamente la operística- tiene no poco de ficción y, en el mejor de los casos, bastante de superficialidad.No es fácil, ni aquí ni fuera de aquí, encontrarse en una misma sesión con El triunfo del honor, de Alessandro Scarlatti, y Dido y Eneas, de Henry Purcell, así como en las próximas funciones con La serva padrona, de Pergolesi; El secreto de Susana, de Wolf-Ferrari; El teléfono, de Menotti; La hora española, de Ravel, y El retablo de maese Pedro, de Falla.
Ciclo de Opera de Cámara
-El triunfo delhonor, de A. Scarlatti, y Dido y Eneas, de H. Purcell. Escuela Superior de Canto. Dirección musical: Odón Alonso. Dirección escénica: H. Rodríguez de Aragón. Teatro de la Zarzuela 5 de noviembre.
En versión de concierto y en .representaciones de la Escuela de Canto, en su pequeño teatro de la calle de San Bernardo, Didoy Eneas se ha escuchado en los últimos años; no así El triunfo del honor, representativa de un momento clave en la historia de la ópera: el nacimiento de la ópera cómica y, al mismo tiempo, la codificación de una serie de usos y formas que tendrían larga vigencia, «hasta los primeros inquietos presagios ochocientescos de Spontini y Cherubini», como dice Massimo Mila.
La tímida resurrección del nombre de Scarlatti -tan extensamente tratado en las historias musicales como escasamente interpretadose apoya en dos títulos: Mitridade Eupatore (singular triunfo Victoria de los Angeles en la Piecola Scala, el año 1956) y El triunfo del honor, estrenada en Nápoles, en 1718, recuperada en Londres, en 1938 (en revisión de Dunn), y reconfirmada en Siena, el año 1940, según la versión de Virgilio Mortari, que ahora hemos escuchado en la Zarzuela.
El genio de Scarlatti
Por encima de ciertas actitudes convencionales -no obstante su novedad-, el genio musical de Scarlatti nos da un tratamiento feliz del libreto de Francesco Antonio Tullio: excelente en la vocalidad, ligero en la andadura, hondamente emotivo en los fragmentos más intensamente expresivos, vivaz y creativo en los recitativos.Si salvamos evidentes defectos de la resucitada Orquesta Sinfónica, la representación discurrió dentro de una buena tónica, gracias, en primer lugar, al trabajo de los directores musical y escénico, Odón Alonso y Horacio Rodríguez de Aragón, estilizadores, cada uno en lo suyo, de principios muy característicos del género en su época. Muy bellos los escenarios y figurines de Gregorio Esteban, y de todo punto meritorio el cuadro de cantantes-actores.
El donjuanesco Ricardo encontró feliz encarnación en el arte de Tomás Cabrera, y Evella Marcote lució la belleza de su voz, bien coloreada y de gran mordiente; no fue digna de menos aplausos la segundapareja, Doralice, interpretada por Youn-Hee-Kim, y Erminio, defendido por Luis Alvarez. A lo que hay que sumar el trabajo, siempre en línea de buen arte, de Manuel Pérez Bermúdez, Alfonso Ferrer, Adelina Alvarez y Pilar Pérez Iñigo.
En cuanto a Dido y Eneas, una de las páginas más bellas de la ópera barroca europea, habría que repetir los elogios dedicados a la dirección musical y escénica de Alonso y Rodríguez de Aragón, con ocasión de su montaje en la Escuela de Canto el pasado mes de marzo.
Los protagonistas han sido ahora otros, y se hace preciso destacar la hermosa voz y línea emocional de Célida Arzola (¡lástima que los agudos de la muerte de Dido quedasen deslucidos!), la nobleza de medios y expresión de Enrique Baquerizo, en Eneas, y la exacta comprensión de Belinda, por parte de María José Sánchez, así como la fuerte interpretación de Carmen Cabrera en la hechicera, ya anotada en la citada representación.
Margarita Arguedas, María Luz Candoncia, Liliana Polledo, Yolanda Fernández, Angel Linares y Paolo Barcelos mantuvieron la plausible calidad del conjunto. Excelente el coro que dirige Pascua Ortega, y bien entonada y flexible la orquesta. La representación fue subrayada por largas ovaciones
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