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Egipto vuelve paulatinamente a la normalidad

Al cumplirse hoy el primer mes del asesinato del presidente egipcio Anuar el Sadat, Egipto parece haber recuperado su normalidad, mientras decrece la tensión social y se reduce el dispositivo de seguridad montado por el Ejército y la policía en las principales capitales del país. El actual jefe del Estado, Hosni Mubarak, ha consolidado su imagen de moderado, patente en sus opciones de política interior, mientras a nivel interno su acción se caracteriza por una firme voluntad de combatir la influencia persistente del fanatismo religioso.

El Gobierno egipcio no ha dado por terminadas todavía las investigaciones llevadas a cabo sobre los partidarios de la secta integrista Takfir el Wayra (Arrepentimiento y Lucha Sagrada), a la que pertenecía el ex teniente Jaled el Istambuli, jefe del comando que asesinó a Sadat el 6 de octubre, durante el desfile militar conmemorativo del octavo aniversario del cruce por las tropas egipcias del canal de Suez.Hasta ahora, el número de detenidos en el marco del "compló jomeinista" se eleva a 718 personas, en su mayor parte jóvenes fanáticos miembros de las asociaciones islámicas (Gaamat Islainivia).

La acción de Mubarak, en este primer mes de su mandato presidencial, ha puesto de relieve su intención de contribuir a la distensión de las relaciones con el resto del mundo árabe, aunque el estado de aislamiento casi total en que vive Egipto no se ha modificado sustancialmente.

El presidente egipcio se ha cuidado de criticar a sus homólogos árabes, ha ordenado el cese de los ataques de la Prensa cairota contra éstos y se ha declarado dispuesto a trasladarse a cualquier capital árabe si es invitado.

Esta moderación de Mubarak contrasta con la actuación de Sadat en los últimos meses de su vida, en los que se complacía en condenar a algunos dirigentes árabes al tiempo que pronosticaba que éstos tendrían que decidirse, pronto o tarde, a recurrir a Egipto para poder resolver el problema palestino.

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Hombre taciturno y sincero, a decir de quienes le han tratado personalmente, Mubarak ha dado pruebas de una habilidad considerable para imponer su poder, tras el asesinato de Sadat, en el seno de la formación gubernamental, Partido Nacional Democrático (PND).

A sus 53 años, el nuevo presidente parece destinado a dominar la cúspide del poder. sin mayores problemas, en la medida en que goza de un gran prestigio en el seno de las fuerzas armadas.

Su personalidad sigue siendo un misterio para la gran masa de los egipcios, quienes, a través de los medios informativos, tratan ahora de hacerse una idea de cómo es su nuevo presidente. A diferencia de lo ocurrido durante la presidencia de Sadat, raras son, hasta ahora, las fotografías de Mubarak visibles en las calles de El Cairo. Las imágenes del antiguo rais, en buena parte pintadas por autores desconocidos en un estilo naïf, siguen ornando la capital y el resto de las ciudades egipcias.

Continuidad del proceso de Camp David

Mubarak necesita un respiro político para persuadir a sus partidarios de lo vital que es seguir la vía trazada por Camp David, opinan aquí los medios diplomáticos, que también ponen de relieve que la consolidación política del jefe del Estado dependerá de la restitución por Israel de la última franja del Sinaí, prevista para abril de 1982, y su actitud en las negociaciones sobre la autonomía palestina en Gaza y Cisjordania.A propósito de estas últimas, Mubarak ha obtenido un primer triunfo al lograr que la próxima ronda de conversaciones, que debía celebrarse el año próximo a nivel de técnicos, se anticipe al miércoles próximo y tenga rango ministerial.

El combate más delicado en que está empeñado Mubarak y el resto de la dirección política egipcia sigue siendo la lucha contra el fanatismo religioso. La densidad de los contactos que mantienen las asociaciones integristas con la casi totalidad del tejido social egipcio ha quedado puesta de relieve por las detenciones y descubrimientos practicados por la policía y las fuerzas de seguridad.

Depósitos de armas, imprentas clandestinas, centros de reunión y propaganda disimulados son objeto de una búsqueda intensa, mien tras las fotografías de media docena de dirigentes del integrismo, responsables, según la policía, de los graves acontecimientos que tuvieron lugar en la localidad de Asyut, a 400 kilómetros al sur de El Cairo, el mes pasado, siguen siendo transmitidas por la televisión, a la vez que se pide a la población que denuncie su presencia.

El integrismo religioso en Egipto se ha convertido, de esta forma, en una especie de hidra de cien cabezas, difícil de liquidar, no tanto por las medidas de autoprotección de sus organizaciones, sino también porque, en esa acción represiva, las autoridades tratan de no cometer ningún exceso, para no herir los sentimientos de la población, que, si critica la acción de los "barbudos" (calificativo despectivo dado a los fanáticos), critica también al asesinado Sadat por haber tratado de imponer un freno al resurgimiento del Islam.

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