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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Dinero, banca y Tercer Mundo/ y 2

En el artículo anterior señalábamos el grave problema que los crecientes déficit de los países menos desarrollados están planteando al sistema financiero internacional y a la estabilidad política y social de los mismos, sin que los organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial hayan decidido en su última y reciente asamblea aportar nada significativo para remediar la situación. Decisión que deriva, en parte, de una falta de medios, y en parte, de la miopía política del secretario del Tesoro de Estados Unidos (cuya opinión es decisiva), basada en unos planteamientos económicos enormemente discutibles.Una solución posible a tan grave problema para la estabilidad mundial, si exceptuamos la financiación directa de los déficit del Tercer Mundo o la ayuda a la realización de grandes proyectos de inversión, por los países exportadores de petróleo, lo cual, como se ha visto en la práctica, es una mera utopía (Arabia Saudí, el país que más ha contribuido, lo ha hecho sólo en 20.000. millones de dólares a unos sesenta países en el período 1976-1980), sería un despegue económico rápido de, las economías occidentales que permitiera realizar un incremento sustancialde las compras a los países menos desarrollados y mejorar así su equilibrio exterior.

Desgraciadamente, esto parece lejano. La crisis petrolera de,19791980 se produjo en un momento de bajo crecimiento económico (3,5% entre 1977-1979), y con un nivel de actividad bastante por debajo de los niveles normales, afectando a las economías occidentales en varios aspectos esenciales. El primero fue un deterioro serio de la relación real de intercambio, que se tradujo en una transferencia real de riqueza de alrededor del 2% del total de la OCDE en 1980. Y en los años venideros seguirá produciéndose tal transferencia, a menos que se produzca una reducción significativa en el volumen del petróleo importado.

Un segundo efecto fue la pérdida en la demanda agregada, causada por los excedentes monetarios de los países de la OPEP no gastados, y a los que ya nos hemos referido. Este efecto ha sido estimado en una cifra tan alta como es el 3% del PNB del conjunto de la OCIDE en 1980. Finalmente, hay ,un tercer aspecto desacelerador de la producción y de la actividad económica debido al endurecimiento de las políticas monetarias y fiscales, c9ino medida de autodefensa de estos países para frenar la inflación inducida por el alza de los precios del petróleo. Este efecto se estima en un 1% de los PNB del grupo de países citado.

En conjunto, la segunda crisis petrolera ha supuesto una reducción de 2,5 puntos por debajo de la tendencia del PNB en 1977-1979. La pérdida de renta real en el área de la OCDE como consecuencia conjunta de los tres factores mencionados en 1980-1981 ha sido superior a un billón de dólares. Y lo que es igualmente malo, las perspectivas a corto plazo no parecen nada brillantes. Poniéndonos en el mejor de los casos, es decir, estabilización de los precios del petróleo en 1981, y constancia de los mismos en términos reales a partir de este año (o lo que sería prácticamente lo mismo, elevación del, crudo saudí más representativo, arabian light, de 32 a 34 dólares/ barril, alineación del resto de los crudos de la OPEP en consecuencia y mantenimiento de esta situación hasta finales de 1982), los crecimientos más probables de las economías occidentales son los que figuran en el cuadro 1.

Las expectativas más optimistas en el momento actual apuntan a una lenta recuperación el próximo año, con una reducción de la inflación, de forma que a partir de 1983 pueda iniciarse una recuperación similar a la que quedó truncada en, 1979, del orden del 3,5% anual entre 1983 y 1985, y con tasas de inflación del orden del 7% en 1985. Una expectativa pesimista sería bajo el supuesto de un crecimiento, del 5% anual en términos reales de los precios del petróleo, en cuyo caso no se produciría ninguna recuperación, los países de la OCDE crecerían, como media alrededor del 2% entre 1983 y 1985, se incrementaría el paro, y la inflación difícilmente sería contenida.

El sistema financiero, pendiente de un hilo

Tanto en uno como en otro escenario, los países del Tercer Mundo no pueden esperar gran cosa a corto plazo del mundo industrializado, y si tampoco pueden esperarlo del FMI y del BM, sólo queda la banca internacional. Aquí la situación es muy variable por países; en algunos como Brasil o Zaire la gran banca se encuentra tan 'comprometida que no tiene más remedio que seguir adelante, sin preguntarse muy seriamente cuándo y cómo va a recuperar lo prestado. Otros países, sobre todo los más pequeños, simplemente se quedarán sin crédito, los grandes bancos harán figurar en sus activos partidas que nunca van a recuperar, y los países sobrevivirán como puedan, ya que el nivel mínimo de subsistencia de que hablaban los economistas clásicos es realmente muy bajo. Otra cosa muy distinta serán las consecuencias político-sociales que de esto se deriven, ya que la historia, y en particular la más reciente; de muestra que los hombres no siempre se resignan a morir en silencio.

La realidad de toda esta situación es que todo el sistema financiero internacional se encuentra pendiente de un hilo. No existe el nivel suficiente de cooperación internacional ni organismos internacionales con los medios adecuados para remediar mínimamente la situación. Si en un próximo futuro toda una serie de países empiezan a no poder devolver los créditos recibidos, o incluso a no pagar los intereses de sus deudas, el sistema se puede venir abajo como un castillo de naipes. Las posibilidades de reciclaje de la gran banca tienen un límite, y todo hace suponer que ese límite se ha sobrepasado en muchos casos. Han podido manejar con éxito los movimientos financieros, que originó la primera crisis petrolera, pero para manejar los que está produciendo la segunda crisis es imprescindible el adoptar toda una serie de medidas políticas y económicas, que sólo pueden realizar los Gobiernos y las instituciones internacionales. Si esto no ocurre así, cualquier acontecimiento imprevisto (el fallo de un país mayor, por ejemplo) puede provocar un caos financiero y una crisis monetaria de proporciones imprevisibles. Lo ocurrido en la reciente asamblea del FMI y el BM no deja abierta precisamente la puerta al optimismo.

Las simplistas reglas del liberalismo económico

Tal vez haya sido el desencanto producido por esta asamblea lo que haya movido al vicepresidente norteamericano George Bush, al iniciar su gira por América Latina, en vísperas de la minicumbre Norte-Sur de -Cancún, a afirmar que "la mejor manera de ayuda que Estados Unidos puede aportar al Tercer Mundo es el saneamiento de su economía". Falta por ver en qué va a consistir ese saneamiento, y qué medios van a ser destinados a ellos, ya que si lo que pretende el señor Bush es aplicar las simplistas reglas del liberalismo económico, y de la más estricta ortodoxia financiera, que están llevando al desastre a países tan importantes como el Reino Unido -reducción de los niveles de producción en un 16% con respecto a cuando la señora Thatcher tomó el poder, y 1,4 millones de parados adicionales-, no creo que consiga otra cosa más que echar en manos de la Unión Soviética toda una serie de pequeños o no tan pequeños países del área del Caribe o de América del Sur, con un peligro evidente para la seguridad interrra de Estados Unidos. Lo sucedido en Nicaragua y la pequeña isla de Granada debería ser un aviso de lo que mañana puede ocurrir en Haití, El Salvador, Guatemala y un largo número de etcéteras, y ello no al otro lado del mundo, sino en las puertas, mismas del país más desarrollado del planeta.

Un planteamiento global

La solución, apuntada ya por la mayoría de los dirigentes de la gran banca, involucrados hasta el cuello en la economía de estos países, sólo puede venir de un planteamiento global del problema junto con un nuevo plan Marshall de las dimensiones adecuadas, si es que se quieren sentar las bases de una convivencia pacífica entre los distintos pueblos. Utilizando la conocida frase de Shakespeare podríamos decir hoy más que nunca: "El fallo, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nosotros mismos

Que cada cual aporte lo que es capaz: los países exportadores de petróleo tienen capital, pero no tienen tecnología; los países industriales tienen tecnología, pero les falta capital y mercados, y los países menos desarrollados, que no tienen tecnología ni capital, pero son unos excelentes mercados potenciales. Todos juntos lo poseen todo: capital, tecnología y mercado; por separado, con la insolidaridad y las discutibles ortodoxias económicas que han caracterizado las asambleas mencionadas, sólo podemos esperar convulsiones políticas y sociales crecientes, que a largo plazo pueden acabar completamente con el sistema.

Roberto Centeno es catedrático de Política Económica de la Universidad Politécnica de Madrid.

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