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Cuidado protocolo para recibir al "campeon de la democracia"

Banderas, himnos nacionales, mañana soleada para el acto oficial de recepción de los Reyes de España en el jardín de rosas en la Casa Blanca, cuando el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, dio la bienvenida al campeón de la democracia española, representado por la esbelta figura del Rey.Decenas de cámaras de televisión, fotógrafos y periodistas, para dar testimonio de un acto lleno de color, particularmente cuidado por los estrategas de la Casa Blanca, para borrar el mal sabor que dejó en la s relaciones hispano-norteamericanas el, cuando menos, precipitado asunto interno con que el secretario de Estado, Alexander Haig, comentó el intento de golpe de Estado militar, el pasado 23 de febrero.

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Todo el alto estado mayor de la Casa Blanca formaba filas a la derecha de la tarima donde Reagan y el Rey pronunciaban discursos calurosos, con nítidos tintes de contenido político en el sentido de plena integración de España a los organismos occidentales de la OTAN y la CEE (Comunidad Económica Europea).

Puesto de honor para el embajador soviético en Estados Unidos, Dobrinin, que, en su calidad de decano del cuerpo diplomático en Washington, escuchó, sin pestañear, la clara alusión de Reagan al apoyo total de ingreso de España en la OTAN.

La "troika" de la Casa Blanca

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La troika de la Casa Blanca, Meese, Dever y Beket, consejeros principales del presidente Reagan, escuchaban con atención. Richard Allen, consejero de Seguridad, lucía una vistosa bandera española en la solapa, para no dejar lugar a dudas sobre las buenas relaciones entre ambos países. Alexander Haig, secretario de Estado, sonreía cortésmente cuando saludaba al embajador soviético, como quien maliciosamente piensa que en materia de OTAN «nos hemos llevado el gato al agua».

La primera dama de Estados Unidos, Nancy Reagan, y la reina Sofía escuchaban atentamente a sus respectivos maridos, en las calurosas palabras que intercambiaban bajo el implacable marcaje de las cámaras de televisión.

Los agentes del servicio de seguridad vigilaban con cautela cualquier movimiento sospechoso entre el nutrido grupo de periodistas o invitados oficiales, todos ellos cuidadosamente filtrados por pases personales perfectamente controlados.

Aplausos y algún tímido «Viva España» lanzado por los invitados de la colonia diplomática española en Washington, cerraban el acto de recepción, antes de que los dos estadistas pasaran a iniciar su conversación privada, en el más discreto recinto del despacho oval de la Casa Blanca.

Tanto Reagan como el Rey hablaron de la herencia española en Estados Unidos, «donde la Constitución del Estado de California está escrita en los dos idiomas», dijo el presidente. Sin embargo, con gran pesar de las televisiones hispanas en EE UU, ni Reagan ni el Rey pronunciaron unas palabras en la lengua de Cervantes desde la tarima presidencial: sólo un «adiós y hasta pronto» del presidente Reagan. Hoy el imperio habla inglés.

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