Reestructuracion y modelo industrial
Para propiciar una adecuada reestructuración del sector industrial y la creación de un nuevo modelo de producción es necesaria una profunda voluntad política y un marco de partida que no cercene el mínimo de expectativas empresariales. Ante todo, aclarar que a lo largo de esta exposición se van a pasar por alto las dificultades que entraña el llevarla a cabo. El objetivo, en este caso, es el de exponer los presupuestos básicos necesarios para una reestructuración.En primer lugar, ha de desarrollarse en un marco socioeconómico donde exista una movilidad de los factores de producción (especialmente el trabajo), sentido de solidaridad entre los agentes sociales, que el intervencionismo sea mínimo (sobre todo en materia de precios) y se avance en la liberalización financiera. Es necesaria, igualmente, una simplificación administrativa y actualización de la legislación mercantil, modernización de la administración pública y sujeción de la misma a controles adecuados.
Hay unos principios ideológicos generales sín los cuales una sociedad no puede cambiar su estructura industrial: el excedente empresarial, lejos de ser vergonzante, ha de considerarse como algo necesario y deseable. Las consecuencias de una productividad por encima de la normal debe medirse y complementar la remuneración del trabajo. Hay que considerar el ahorro como una obligación social y no como un concepto volitivo. Y hay que contar con una fiscalidad moderna, justa y eficaz en suaplicación como instrumento de política económica.
El papel del Estado
Pero, ¿cuál es el papel del Estado en este proceso? El Estado deberá, principalmente y de forma permanente, promover el marco adecuado y preservar los principios necesarios. Su actuación habrá de ser eficaz, controlable y neutra, nunca intervencionista. Sin embargo, tendrá, en un primer momento, que acentuar la inversión pública en ciertos sectores de arrastre (energía, vivienda, ferrocarril, infraestructura regional), jerarquizar sus actuaciones y concentrar sus esfuerzos, siempre dentro de un déficit público asimilable por la economía del país. Además, debera detectar oportunidades de inversión en proyectos concretos que en su día atraigan la inversion privada e institulcional.
Una vez planteada la necesidad de reestructuración de los sectores en crisis, su desarrollo no termina en un simple saneamiento, sino que debe incluir la inversión en nuevos productos y la implantación de nuevos esquemas de gestión, organización y tecnología. La reestructuración no debe entenderse como un salvamento a ultranza de empresas no viables.
Paralelamente, el posible aumento del paro en una primera etapa de saneamiento ha de paliarse con medidas técnicas, especialmente a trávés de nuevas fórmulas de contratación y de una represión de fraudes y prácticas,nocivas (pluriempleo, horas extras, etcétera).
Tres cuestiones clave laten en la base de la reestructuración: la competitividad, la oferta de fondos y la información.
Todas las actuaciones que afecten a la estructura de producción en cualquier sector han de subordinarse a la competitividad. La falta de una adecuada política de rentas que moderase la escalada de los costos de personal y el fomento de producciones que utilizan intensivamente factores escasos (energía) han afectado gravemente a nuestra competitividad internacional.
En segundo lugar, hay que contar con fondos a medio y largo plazo. Por un lado, la existencia de fondos propios, a través del ahorro y el fomento de la autofinanciación, y por otro, con fondos ajenos, a través de los mercados secundarios, por la utilización a tope de, la red privada bancaria para asignación de recursos públicos y privados, imputación analítica de los costes operativos (cobro de servicios) y subvención presupuestaria a determinados sectores.
Además, se ha de contar con una organizada información sobre mercados, costes y precios internacionales.
Un posible modelo industrial
El intento de descubrir las tendencias de nuestra oferta industrial a medio y largo plazo ha de abordarse con posición mental muy abierta respecto a sectores y mercados, y especulativa en relación con las dependencias y escaseces, no sólo actuales (ciertas materias primas y energía), sino futuras que puedan revelarse (por ejemplo, la servidumbre de la tecnología y lenguaje informáticos). La economía española se encuentra con dificultades de indentificación en la estructura industrial internacional Se nos califica de país cuasi industrial y desarrollado, y, sin embargo, nuestras importaciones de pro ductos manufacturados proce dentes de países en vías de desarrollo sólo alcanzan los veinte dólares per cápita.
Existen dos grandes conceptos que pueden ayudar a definir nuestro modelo industrial. Uno, las ventajas comparativas inter nacionales que, por tradición, clima, litorales, suelo, costo de mano de obra, ingenio, ostenta mos en ciertas actividades. Otro, la necesidad de apoyar ciertos sectores, por su sentido estratégico, aportación de valor añadido o preservación del empleo.
Al primer grupo, de protagonismo necesariamente privado, pertenecería la agroalimentación, por nuestro diferencial agrícola, lo que justifica el desarrollo de fertilizantes con producciones básicas más eficaces de sulfúrico y amoniaco, selección y certificación de semillas, red de frío, conservas, bioindustria, controles de calidad y estructuras comercia les interiores y exteriores.
El turismo, con los objetivos de mayor calidad y moderación del factor estacional, a través de una oferta de camas negociada de forma más firme, de creación de colonias con hábitat adaptado a la nacionalidad del turista y del fomento de residencia para el turismo de la tercera edad.
Los sectores textil, cerámica y calzado, en los que el ingenio, moda, costo de mano de obra y tradición son factores decisivos para conseguir una diversificación de exportaciones, previa concentración y modernización de las estructuras productivas y potenciación de la idea de marca, de cara a países desarrollados.
Los bienes de equipo convencionales y el cemento, en los que contamos con suficiente experiencia y dominio tecnológico como para exportar a áreas menos desarrolladas no sólo elementos, sino incluso plantas.
En el segundo grupo incluiríamos sectores básicos y de notable valor añadido, en los que el sector público ha jugado un gran protagonismo generando sobre capacidades, pero que habrá que asumir con todas sus servidumbres. Así la siderurgia, procediendo a una mayor coordinación de producciones e inversiones interempresas, actualización de instalaciones (colada continua, convertidores) y productos, liberalización de precios (sistema CECA y defensa ante importaciones.
En la misma línea situaríamos los astilleros, sector de síntesis de cara a la industria auxiliar. Habría que actuar adecuando su oferta, especializando e impulsando la demanda (carboneros, cementeros, gas licuado, bulkarriers, cargueros regulares), y reconvirtiéndolos (plataformas, calderería gruesa).
Como sectores básicos y además estratégicos habría que impulsar las inversiones de prospección de hidrocarburos, cambiar el mix de consumos energéticos, e investigar fuentes alternativas, así como desarrollar un esfuerzo superior en minería energética y metales industriales. En energía y minería cabe una coexistencia de la iniciativa privada y del sector público, siempre que éste no goce de privilegios. Sobre todo en el terreno energético, la acción del Estado debe soportar ciertas cuotas de incertidumbre (prospección) y cubrir definiciones políticas (opción nuclear, ahorros energéticos).
Por exclusión, es muy posible que Ubamos aceptar cierta renuncia, al menos a medio plazo, al dominio de sectores tales como automoción, química orgánica o componentes electrónicos, en los que coexisten una fuerte presencia multinacional y un exceso de oferta interior y exterior. En ellos se ha de jugar el papel de consumidores cualificados. para los procesos que nos son más propios, o el de fabricantes instrumentales, es decir, no empresarios.
Dos son las consecuencias que cabría extraer de la búsqueda del modelo de oferta industrial: por una parte, una variación del mapa de nuestros intercambios comerciales exteriores, hoy excesivamente estático. Por otra, la necesidad de preservar la iniciativa privada, ante unos procesos de reestructuracion en curso que parecen denunciar un abandono de empresas y sectores enteros al sector público y a los grupos extranjeros. Es urgente acotar el campo del sector público (ya supone más de un tercio del PIB) para no incurrir en los graves errores y dependencias del pasado.
es director general del Banco de Bilbao.
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