Aclaración para Tierno
A consecuencia de la carta que, firmada por M. Elena de Cárdenas, publica EL PAIS de 26 de septiembre, he leído en el libro de Tierno Galván Cabos sueltos las páginas que en aquélla se citan y aun algunas más, y como parte interesada que soy, voy a intentar aclarar las justas dudas de la firmante, en la seguridad de que Tierno, de tan buena fe como mala memoria, no me va a desmentir.Tierno dice que mi padre pertenecía al movimiento carlista. Frente a esto, reconozco que algo hay que aclarar, y vaya para M. Elena la aclaración. Que consiste en que, si bien yo conocí siempre a mi padre como republicano (y tengo 65 años), es lo cierto que algo debió haber de lo que Tierno dice hacia los años 1912 o 1913, cuando mi padre vino a Madrid, porque sé que conoció a mi madre en la casa del antiguo Correo Español (Pizarro, 14), del que uno de los hermanos de aquélla era redactor o cosa parecida. Pero, aparte esta lejana referencia -que a mí no me duelen prendas-, las vivencias que yo tenco de mi niñez son todas republicanas, y se que gracias a mi padre ya en mis primeros años conocí a gentes como José Nakens,
Gregorio Marañón, Marcelino Domingo, Bartolomé Cossí y tantos otros. Y hasta al mismísimo Pablo Iglesias, en ocasión de que el líder socialista le pidió a mi padre que pronunciase unas conferencias en la antigua Casa del Pueblo, de Madrid, como así lo hizo. Pero, en Fin, todo esto, que para mí es vivencia, en cualquier hemeroteca puede comprobarse como historia, como dice muy bien M. Elena de Cárdenas.
No sé, pues, por qué Tierno afirma, lo que afirma. Acaso porque en alguna de las conversaciones que sostuvimos él y yo con mi padre, en su último domicilio de Máiquez, 23 (¿recuerda usted, Tierno?), habló mi padre -sin desdecir su republicanismo- de que la monarquía podía representar una buena salida para la dictadura que padecíamos.
Pero hablemos ahora, y por último, de la duda fundamental que se plantea M. Elena de Cárdenas, la cual no puede creer, por las razones que aduce, que mi padre hiciera en la Dirección de Seguridad declaraciones determinantes de la detención de todos los ímplicados, diciendo "todo lo que sabía", como Tierno afirma. Y hace muy bien en no creerlo.
Porque vayamos a cuentas. Si a Tierno y a los demás implicados (entre los cuales estaba yo también) nos detuvieron a consecuencia de las declaraciones previas de mi padre, ello quiere decir que a mi padre lo detuvieron antes. ¿Y por qué lo detuvieron antes, siendo así que ignoraban todo el asunto hasta que él habló? ¿O acaso fue que lo detuvieron por robar carteras en el metro y de ahí salió todo lo demás?
No, amigo Tierno, no fue así. La cosa fue muy distinta, y sé que usted la aceptará en cuanto yo se la recuerde, porque la verdad va a todas partes y la buena fe nos es común.
En aquella desagradable madrugada de 1957, cuando a mí, rodeado por un semicírculo de policías, me estaba interrogando el inspector Hernández, yo oía la voz de mi padre, a quien, dos habitaciones más allá, estaba interrogando Conesa. Y recuerdo que fue entonces, es decir, mientras tomaban declaración a mi padre, y no después, cuando a mí me leyó Hernán dez lo mismo que supongo le leyeron después a usted, haciéndole creer, acaso, que era la declara ción de mi padre en la propia Dirección, sin serlo. No lo era, Tierno, si bien es verdad que sirvió para que a todos nos detuvieran.
Era, simplemente, una conversación entre mi padre y Luque Argenti, habida en un bar y copiada íntegramente por la policía, sentada en la mesa de al lado. Porque, como me dijo muy gráficamente el propio Hernández (haciéndome reír a pesar de mi situación): "Como su padre está medio sordo y Luque medio lelo, no hemos perdido una palabra".
Comprenderá usted que esto es muy distinto de una declaración en la Dirección de Seguridad. Lo que no sé es si mi padre, ante la evidencia, hubo de confirmarlo (como usted confiesa en su libro que también hizo ante la misma evidencia), pero lo que sí sé es que
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