A Alvaro Cunqueiro
Ollar Galicia, Ver Galicia es la guía póstuma de tus tierras que saldrá este otoño, casi al año cabal de tu muerte. Además de póstuma, supongo será, en buena parte, imaginaria, como aquella Historia de Dinamarca, nunca escrita que yo sepa, aunque de ella le hablaste a Manolo García Viñó, donde prometías casar lo fantástico con lo filosófico, orillando lo histórico, que no es sino un drama de oropel y, lentejuelas a cargo de cagatintas disfrazados y de asesinos muy tristes.Es una pena que con la verdadera historia por siempre inédita de Dinamarca dejases en el telar de los sueños otra novela prometida a Josep Vergés: Manchas de ceniza en la manga del hombre. Aunque el título sea un sí es no es melancólico, de una tristura meditada y muy distinta de la de los estadistas asesinos del piso de arriba, espero que hubieses mudado en aquella obra el camino o la derrota que te condujo a El año del cometa. En esta novela, que supongo ahora la última de las tuyas, la reina Ginebra, quien en Merlín y familia planchaba cada domingo un pañuelo a su paje para que se sonara en misa, devino una anciana ninfomaníaca, en cuyo pelo anidan los jilgueros. El propio rey Arturo padece almorranas y, para mayor escarnio, lleva las barbas teñidas de verde.
El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes apareció en mayo de 1974, la penúltima primavera del ya entonces muy, desportillado pasado régimen, tú te fuieste por el laberinto en cuesta de la eternidad en invierno de este año de golpes de Estado y evasiones de capital a espuertas. En otras palabras: sabías que te morías y la batalla de los reyes era la manda más pesarosa de tu testamento. Por razones cuya exégesis en el caso eludo, como hubiese dicho Rubén Darío, el de la sangre de indio imperial y negro zumbón, a mí me recuerda los grabados de I'écuyère y el payaso calvo, donde Picasso anticipaba su propia muerte y de paso atestiguaba las vejeces.
En realidad, los dos os equivocábais de medio a medio como decimos en Catalunya, o bien, si lo prefieres en el castellano que, como buen gallego, escribiste mejor que nadie, disteis una en el clavo y ciento en la herradura. A las pruebas me remito para recordarle a Picasso que este año le celebramos el nacimiento y a ti lo de Ollar Galicia, libro bien tuyo y a punto de parto, donde sólo las notas a pie de página corren a cuenta de manos ajenas, según aseveran los editores. Me imagino disculparéis mis correcciones, por mor de puntualizar la verdad, en unos particulares a un tiempo tan obvios y tan delicados.
La muerte de un escritor como tú, querido Alvaro, no es ni más ni menos que una errata de imprenta a cuenta de los oficinistas de la otra historia, la de la literatura. Bien lo sabía aquel sochantre tuyo, el de Pontivy en Las crónicas, que recorrió Bretaña en una diligencia llena de aparecidos. A Charles Anne Guenolé Mathleu de Crozon, nuestro bombardino de Pontivy y sochantre de marras, se le hizo tan llevadera la tropa de espectros que acabó por prendarse de una envenenadora, quien allí iba muerta.
Largos años después de aquella aventura, todavía volvíase a veces súbitamente el hombre, pues parecíale que ella le seguía sonriéndole en la sombra. Tanto pudo el amor en aquellos tiempos del Romanticismo, que son los siguientes a la Revolución Francesa. ¡A uno se le inunda el alma de claridades al recordarlo!
Terció en el lance el demonio y tuvo que darle su cuarto al pregonero, pues siempre se desvivió por exhibirse. Mientras Charles Anne Guenolé Mathleu de Crozon viajaba con los espectros sin hacer daño a nadie, el maligno adoptó su presencia y, le sustituyó en Pontivy como sochantre con menores y bombardillo numerario. Para mayor escarnio, le hizo clérigo juramentado y, exhibióse por todo el pueblo con una escarapela tricolor en la chistera de siete reflejos. Algo así como si, salvadas las debidas distancias, yo me fuese contigo de garbeo por Bretaña y, al regreso. me encontrase personificado por el diablo y miembro de número de UCD, cuando sólo soy socialista de los de Carlos el Hechizado o bien liberal de los de José Bonaparte. Los dos reyes muy cunquerianos, pues si a uno le embrujó su madre con una jícara de chocolate, el otro era masón de ocultis y tocaba el clavicémbalo divinamente.
Hipótesis aparte, que la de mi entrada en UCD es de lo más fantasioso, aún mediando el demonio en el fichaje, vamos a los hechos que confirman tan diáfanos precedentes. Visto lo ocurrido a Charles Anne, diría que aquí lo entendimos todo muy mal, como de costumbre. Puestos a puntualizar, también creo tu destino análogo al de tu sochantre con menores, si bien a la inversa. En otras palabras: me imagino que Cunqueiro, muerto, no es sino el demonio en el limbo, si quieres con escarapela incluida y bebiendo caña caliente con miel, como lo hacía en Pontivy, y tú estás todavía entre nosotros. En estos Pirineos catalanes, en la otra Galicia o Finisterre de las Españetas, me bastaría volverme en los bosques, que son de robledos atigrados por el sol con mucha jara y toques de enebro verdeceledón, para verte de cuerpo entero cuando la brisa parece posarme una mano en mitad de la espalda.
No lo haré por respeto a tus soledades, si así las quieres tuyas. De hecho, en la tierra no nos vimos nunca, aunque atesore tus cartas y aquel plato de Macao, que una vez me mandaste a las Américas. Por todo ello, por el plato, por las cartas, por tus libros y también anticipadamente por esta Ollar Galicia que nos prometes, muchas y grandes gracias, mi buen amigo y compañero. Lo demás, como diría tu pálido don Hamlet, aquel a quien los dos descubrimos por distintos caminos concebido por su tío, el fratricida, y no por el fantasmón de su difundo y supuesto padre, lo demás, reitero, es sólo silencio.
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