Espectáculo vejatorio
El día 17 del presente mes, hacia las 16.15 horas, asistí como testigo, en la estación de Sants (Barcelona), a un espectáculo realmente desagradable e incivil. Dos miembros de la Policía Nacional, un cabo primero y un número, se dirigieron a dos señores sentados al lado mío, seguramente, como yo, a la espera de tren, y que conversaban apaciblemente. Pero se dirigieron a ellos de un modo brutal, a gritos y exigiendo conminatoriamente les presentaran sus documentos de identidad y explicaran qué hacían allí. Por supuesto, en ningún momento apearon el tú. Y el aprisa, aprisa, a gritos y amenazadoramente produjo el resultado que seguramente esperaba el cabo primero en el ejercicio del abuso de su poder: miedo. Los dos señores, acosados y amedrentados, sacaron como pudieron los documentos de sus bolsillos, guiados por la intuición, pues de sobra se veía que no entendían el español, lengua en que se les dirigió, como es natural, aquel matón al servicio del Estado. Supuse que la actitud de dicho cabo primero se debía a que aquellos dos individuos eran un desecho social, porque no eran ni ingleses, ni alemanes, ni burgueses españoles de aspecto digno y confiado. Sino marroquíes o argelinos, y, por tanto, sospechosos y sin méritos que les dieran el derecho a ser tratados con decencia.A través de su diario, señor director, protesto ante el ministro del Interior de que todavía se sigan repitiendo espectáculos denigrantes y vejatorios protagonizados por un servicio pagado por la ciudadanía. /
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