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Fuertes bajas, aunque el cierre resultó esperanzador

Las bolsas españolas purgaron a lo largo de la pasada semana todo el largo rosario de sesiones alegres y despreocupadas que se extendieron desde los primeros días del pasado mes de agosto hasta el último fin de semana. A lo largo de este período se mezclaron mentiras y verdades, espejismos y realidades, hasta componer un cuadro francamente esperanzador en el que subieron las cotizaciones de prácticamente todas las sociedades cuyas acciones se cotizaban en las bolsas, aun a espaldas de la fría y cruda realidad de las propias empresas, y ésta no resultaba excesivamente halagüeña.Así, y una vez pasadas las conmemoraciones de la fundación del mercado de valores madrileño, los inversores optaron por materializar sus plusvalías y quedarse en liquidez, para volver a montarse en el carro bursátil tan pronto como se anuncie un nuevo período de subidas, de cuya existencia no duda actualmente casi ningún especialista del mercado de valores.

Realmente la situación política interna era poco propicia para mantener la confianza de los inversores. Las pugnas internas dentro del partido en el Gobierno han continuado saltando a la calle y, si bien el efecto negativo de las palabras del presidente de la patronal, Carlos Ferrer, pronunciadas con motivo de su reelección, habían sido ya prácticamente olvidadas, la realidad de las bolsas internacionales en franco proceso de deterioro enfrió los ánimos de más de un potencial inversor.

También jugaron, aunque no fuese más que a nivel de comentarios, los problemas que está encontrando el presidente norteamericano Ronald Reagan para llevar a cabo su programa de reformas en la economía norteamericana. Los efectos de éstas sobre Wall Street directamente y sobre Londres de forma menos precisa están dando mucho que pensar a bastantes de los enfervorecidos entusiastas del neoliberalismo que propugna el equipo económico de Reagan. El índice Dow Jones de valores industriales neoyorkino, acercándose a toda velocidad hacia el 800, es una impresión que los corazones más débiles difícilmente resisten, máxime cuando la Reserva Federal estadounidense no da los menores síntomas de pretender cambiar su política crediticia restrictiva, ni intentar provocar una flexión a la baja en los tipos de interés, el mayor azote de los últimos años para la salud financiera de buen número de compañías.

Por lo que respecta a las bolsas españolas, en las tres primeras reuniones se observó la presencia de una oferta indiscriminada, que presionaba a casi todos los sectores por igual. Esto provocó un importante parón en el ritmo de contratación, que sólo fue superado el viernes en Madrid, cuando se comenzaron a apuntar síntomas de recuperación.

La intensidad de las bajas y el

convencimiento, que casi alcanza el nivel de dogma de fe, que mantiene buen número de inversores en que la bolsa va a terminar el año con un claro sentido alcista, junto con una realidad más tangible, que era la entrada en rentabilidad competitiva de algunos valores, fueron suficientes como para generar alguna demanda, centrada especialmente en el sector eléctrico, pero que, a la postre, resultó capaz de hacer que los vendedores reconsiderasen sus posturas y procedieran a una paulatina retirada de sus órdenes.

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