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El Gobierno egipcio expulsa al embajador de la Union Soviética

CairoEl Gobierno egipcio decidió ayer expulsar, por actividades subversivas, al embajador de la Unión Soviética en El Cairo, Viadimir Poliakov, que deberá abandonar el país en un plazo de 48 horas. Según se anunció ayer oficialmente en la capital egipcia, esta medida afecta también a otros seis diplomáticos y funcionarios de la misma nacionalidad y a uno húngaro. Por otro lado, el presidente Anuar el Sadat lanzó el lunes por la noche un llamamiento implícito a la población para que inicie una caza al integrista, ocho días depués de haber declarado la guerra a la secta Hermanos Musulmanes.

Tanto el embajador como los demás funcionarios han sido declarados por el Gobierno de El Cairo personas no gratas. La medida fue acordada en la reunión del Consejo de Ministros celebrada ayer, en la que se decidió, asimismo, cerrar la oficina militar soviética en la capital egipcia y la de Egipto en Moscú, así como anular los contratos de trabajo de los expertos soviéticos que trabajan para la Administración egipcia. Además serán expulsados dos periodistas soviéticos, los corresponsales de la agencia Tass y del periódico de los sindicatos de la URSS, Trud.Estas medidas son las más graves adoptadas por El Cairo contra Moscú desde la masiva expulsión de 15.000 consejeros y asesores soviéticos, decidida por Sadat en julio de 1972, y la denuncia del tratado de amistad entre los dos países en marzo de 1976.

Las expulsiones decididas ahora están relacionadas con el compló atribuido a Moscú por la revista gubernamental Mayo, que acusó el domingo a cuatro diplomáticos soviéticos de organizar una conspiración contra el régimen de Sadat.

La Prensa egipcia informó ayer que los servicios de seguridad habían descubierto nuevos complós para derrocar a Sadat. Una de estas conspiraciones es atribuida por la autoridades al KGB, que intenta aprovechar los conflictos religiosos para favorecer la caida del régimen.

El Consejo de Ministros egipcio señala en su comunicado emitido ayer que "los servicios de información soviéticos y algunos de sus agentes de la embajada han desarrollado actividades subversivas en cooperación con las embajadas del bloque socialista y las células del movimiento comunista egípcio".

En su mensaje a la nación, que duró casi tres horas, el presidente egipcio dijo que los integristas de la secta Hermanos Musulmanes son muy numerosos y que ochocientos de ellos habían sido detenidos desde comienzos del presente mes. Manifestó que están armados, disponen de una importante y bien organizada infraestructura por todo el país, y cuentan con 7.000 militantes activos.

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Afirmó también que el lunes al mediodía fue informado de incidentes en los que dos hermanos musulmanes habían sido cazados por varios campesinos y entregados a la policía.

El hecho de que estos sucesos, ocurridos en zonas muy alejadas de la capital, fuesen objeto de un informe urgente y personal al jefe del Estado, es interpretado por los observadores como un indicio de la gravedad de la situación en Egipto.

Por otro lado, el que Sadat se mostrase orgulloso de la reación de la población en los citados incidentes, pone de manifiesto su deseo de ver a los egipcios participar, en gran escala, en una caza a los integristas.

El presidente egipcio advirtió a sus conciudadanos que los hermanos musulmanes podían estar armados, y señaló que 469 de los integristas capturados eran miembros de un grupo paramilitar denominado Tafkir Wal Hegra o de la organización que atacó la Escuela Militar Técnica de El Cairo en 1974.

Según el presidente, las 60.000 personas que votaron no a las nuevas y drásticas medidas contra la oposición en el referendum del pasado jueves son miembros de la secta Hermanos Musulmanes, que se ha esparcido entre los jóvenes, siembran el terror en las universidades y quieren implantar un Jomeini en Egipto".

Tras censurar duramente a los periodistas, a quienes acusó de estar en connivencia con el KGB soviético, Sadat concluyó su discurso anunciando que estaban en estudio nuevas medidas para hacer respetar la disciplina en el país.

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