Conferencia de Madrid: compromiso occidental por el logro de resultados equilibrados y sustanciales
En 1975 firmaban el Acta Final de Helsinki un conjunto de 35 países, del que formaban parte todos los europeos, menos Albania, más Estados Unidos y Canadá. De ellos, los quince países miembros ole la OTAN, más España e Irlanda y la mayoría de los neutrales y no alineados, se proponen culminar la segunda conferencia de revisión de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) con un documento que tenga consistencia, en el que se conceda igual peso e importancia al avance en materia de derechos humanos y a los aspectos militares de la seguridad en Europa.Este objetivo equilibrado está en consonancia con los principios proclamados en los acuerdos de Helsinki y es esencial para promover la estabilidad en Europa. Sin embargo, las naciones pertenecientes al Pacto de Varsovia, encabezadas por la Unión Soviética, lo han combatido enérgicamente desde el mismo comienzo de las conversaciones preparatorias celebradas en Madrid a partir del 9 de septiembre de 1980. El objetivo primordial del Este ha sido, desde el comienzo, el de transformar el instrumento de la CSCE en una plataforma fundamentalmente militar para la propagación de los puntos de vista y los intereses militares soviéticos.
La reunión de Madrid tiene dos funciones principales: la de revisar la aplicación del Acta Final, mediante el examen del cumplimiento de lo estipulado en ella y el estudio de nuevas propuestas referentes a todos los órdenes comprendidos en el Acta. La Unión Soviética pretende restar importancia al examen público de sus actuaciones en relación con el cumplimiento de las cláusulas del Acta de Helsinki sobre derechos humanos. La URSS quisiera aprovecharse al máximo política y propagandísticamente de la plataforma de Madrid cubriéndose con palabras como detente y desarme y disfrazando con ello el daño que ha hecho a la paz en el mundo con su invasión y continuada ocupación militar de Afganistán.
La resistencia de la URSS a que se efectuara una revisión a fondo del cumplimiento del Acta Final provocó un alargamiento ole la reunión preparatoria. Hicieron falta once semanas para que Occidente consiguiera acordar el temario de cuestiones a tratar en la revisión. El acuerdo se logró cuando se estaban reuniendo los delegados para la sesión plenaria del 11 de noviembre.
Punto muerto
Durante este período inicial de revisión, los delegados occidentales unidos hicieron constar que la invasión y ocupación soviéticas de Afganistán eran contrarias al Acta Final de Helsinki, a la Carta de las Naciones Unidas y a otras convenciones internacionales suscritas por la URSS. Asimismo, Occidente, con la colaboración ole los Estados neutrales y los no alineados, condenó las actuaciones de la URSS de represión sistemática de los derechos humanos como una vulneración de las cláusulas del Acta Final.
La segunda fase de las conversaciones Este-Oeste -que han tratado de unas ochenta nuevas propuestas sobre derechos humanos, contactos familiares, relaciones económicas y seguridad militar- se encuentran aún en punto muerto, tras intensas negociaciones que comenzaron a finales de enero. El fracaso en el intento de lograr un acuerdo completo sobre muchas de tales propuestas obedece sobre todo a la atmósfera internacional en la que se desarrolla la conferencia de revisión de Madrid. Y responde también al designio soviético de reducir al mínimo absoluto el avance en materia de derechos humanos y de conseguir que el mandato para la celebración de una conferencia sobre desarme, posterior a la de Madrid, sea lo más vago posible, a fin de que tal conferencia pueda convertirse en plataforma propagandística.
La Unión Soviética ha trastornado el clima internacional al transgredir las cláusulas del Acta Final de Helsinki tanto dentro como fuera de sus fronteras. Ni sus manifestaciones en Madrid acerca de la necesidad de una distensión entre Estados ni las proclamaciones soviéticas de fidelidad a los acuerdos de Helsinki pueden disfrazar un cuadro general de agresión e intimidación protagonizadas por la URSS. Hay que preguntarse si valen las nuevas propuestas cuando hay todavía en Afganistán un contingente de 85.000 soldados y el Kremlin continúa acrecentando su potencial militar e intensifica su persecución de los activistas en favor de los derechos humanos y de los grupos de vigilancia de los acuerdos de Helsinki.
Las delegaciones occidentales, neutrales y no alineadas presentes en Madrid han respaldado solamente aquellas propuestas, que supondrían una mejora de las cláusulas o un fortalecimiento del lenguaje de los acuerdos de Helsinki de 1975. Se ha alcanzado un acuerdo provisional sobre los contactos comerciales, sobre los intercambios en materia cultural y energética y se aprecia un cierto avance en los problemas de reunificación de familias y las posibilidades de los periodistas de trabajar libremente en países extranjeros.
Este y Oeste trabajan por el logro de un acuerdo sobre propuestas referentes a cuestiones religiosas y de lucha antiterrorista, pese a que todavía hay discrepancias. Aún existen profundas divisiones entre las delegaciones del Este y el Oeste sobre cuestiones elementales de derechos humanos y del "cesto" tercero, como son la protección de los miembros de las organizaciones de vigilancia del cumplimiento de los acuerdos de Helsinki y el cese de las interferencias de emisiones de radio.
Además, ni la URSS ni sus aliados han aceptado aún una propuesta occidental para la celebración de reuniones de expertos en el período comprendido entre la segunda y la tercera conferencias de revisión y en las que se examinarían todos los aspectos de la reunificación de familias separadas y de los derechos humanos.
Conferencia sobre desarme
Entre tanto, los delegados occidentales atienden principalmente a la negociación de un mandato preciso para la celebración de una futura reunión de la CSCE dedicada a aspectos militares de la seguridad, que trataría, en primer término, sobre cómo las medidas creadoras de seguridad pueden contribuir a eliminar el riesgo de un ataque militar por sorpresa. Ello podría constituir un posible preludio de ulteriores negociaciones sobre desarme.
Las naciones participantes en la CSCE no pertenecientes al Pacto de Varsovia están a favor de una conferencia sobre los aspectos militares de la seguridad, a condición de que sean estrictamente definidos los términos de referencia, con objeto de evitar que se convierta en una plataforma de propaganda de Moscú. Una conferencia que partiese de la ambigüedad pretendida por la URSS no supondría una auténtica contribución a la seguridad. Sería utilizada como medio de promover la campaña del Kremlin dirigida a embaucar a los europeos occidentales con una falsa sensación de seguridad militar. El objetivo de la Unión Soviética es disuadir a los Gobiernos de Europa occidental de tomar decisiones de fortalecimiento de sus defensas militares, que precisamente son las necesarias para contrarrestar el masivo incremento del potencial militar soviético.
Sin embargo, para subsanar las insuficiencias y las desigualdades de lo estipulado en Helsinki sobre esta materia es imperativa la aplicación de nuevas medidas creadoras de confianza (CBM) referentes al ataque militar por sorpresa. Menos una, todas las CBM contenidas en el Acta Final son de carácter voluntario, y la restante, que exige la notificación previa de las maniobras militares más importantes -de más de 25.000 hombres- no es de aplicación en la mayor parte de la zona europea de la URSS. La única parte de la Unión Soviética en la que rige esta CBM es una estrecha franja de 250 kilómetros contigua a la frontera soviética. Por tanto, con la excepción de esta estrecha franja de territorio, las vastas extensiones que se alargan hasta los Urales gozan de una condición de privilegio. Esto supone una ventaja cuya inequidad debe corregirse si es que se quiere una auténtica ampliación de la seguridad en Europa.
Confianza
La finalidad de una conferencia sobre la seguridad militar ha de ser la de elevar el grado de confianza haciendo que las actividades militares de los Estados participantes sean mejor entendidas, para con ello reducir la posibilidad de un ataque por sorpresa. En la OTAN y en la mayoría de los países neutrales se piensa que para lograrlo las futuras CBM deben ajustarse a unos criterios que puedan asegurar que tales medidas no se quedarán en puras palabras. Dichos criterios son: 1, que las CBM deben resultar significativas en el plano militar; 2, que deben ser obligatorias y no optativas; 3, que habrán de ser verificables, y 4, que deberán ser aplicables al continente europeo en su integridad, desde el Atlántico hasta los Urales. En efecto, si las CBM no satisfacen esos símples pero esenciales criterios, difícilmente podrá esperarse que contribuyan a generar confianza. Estos son los criterios mínimos de un mandato.
Aunque sería prematuro afirmar que hemos llegado a un acuerdo final sobre alguno de los criterios de las CBM arriba citados, el verdadero obstáculo está en la cuestión de la zona de aplicación de las medidas. Una igualdad de derechos y de obligaciones exige que todo el territorio europeo de los Estados miembros de la CSCE quede comprendido en las CBM. Además, carecería de sentido una situación en la que el territorio europeo de la mayor potencia militar europea quedara fuera de la zona de aplicación efectiva de las CBM. No se ve muy bien de qué manera podría contribuir una situación así a fomentar la confianza. De hecho, resultaría desestabilizadora.
Pese a que en el discurso dirigido al 26º Congreso del PCUS el mes de febrero, el presidente, Leónidas Breznev, parecía haber aceptado esta definición de la zona de aplicación, pidió a Occidente alguna decisión "equiparable" o compensadora, pero sin definirla. Occidente no tiene que hacer nada más para satisfacer el principio de igualdad de derechos y obligaciones. Las cláusulas del Acta Final de Helsinki rigen ya para la totalidad del territorio europeo de cada uno de los países firmantes, y rigen igualmente para las actividades en ese territorio de las fuerzas militares de los dos Estados signatarios no europeos, esto es, Canadá y Estados Unidos.
En lo que ha constituido una auténtica iniciativa para resolver el problema de la zona de aplicación y poder concluir las negociaciones de Madrid con un acuerdo equilibrado y constructivo, Occidente presentó el 17 de julio una propuesta de conjunto. Este conjunto incluía una lista de importantes problemas en materia de derechos humanos y de contactos humanos e información que habrían de ser resueltos, junto con una fórmula concreta referente a la zona de aplicación, fórmula que era úna adaptación de una redacción preliminar hecha por los países neutrales y no alineados. Nuestro objetivo es obtener en Madrid un documento final equilibrado, en el que se convoque una conferencia de seguridad en unos términos que ofrezcan las mejores posibilidades para favorecer la seguridad y la cooperación en Europa.
Esta razonable y realista iniciativa occidental fue objeto de un rechazo precipitado y tajante por parte de la URSS el día 20 de julio, cuando ésta presentó una propuesta sobre la zona de aplicación de las medidas de confianza, con absoluta ignorancia de la oferta que acompañaba al conjunto de propuestas occidentales de negociación de cuestiones importantes de derechos humanos y del "cesto" tercero. El texto soviético incorporaba conceptos que han sido repetidamente calificados de inaceptables por los delegados del grupo de trabajo sobre las cuestiones de seguridad. La URSS lo presentaba con obvio conocimiento de que ello provocaría una situación de estancamiento.
Según la propuesta soviética, el área de aplicación de las CBM se extendería desde el Atlántico hasta los Urales, por el Este, con una ulterior ampliación "correspondiente" desde el Atlántico hasta más allá de la costa norteamericana. Esta disparatada propuesta soviética venía a demostrar una vez más la renuencia soviética a convenir en un mandato serio y claro para la celebración de una conferencia y a aceptar sin condiciones que la zona europea de la URSS figurase en el área de aplicación de esta conferencia europea.
Flexibilidad límite
Cuando el 27 de octubre se reanuden en Madrid las sesiones de las negociaciones Este-Oeste, la Unión Soviética dispondrá de ocho semanas en las que modificar y aclarar su postura y buscar activamente un acomodo con los países occidentales, neutrales y no alineados. Estados Unidos ha llegado al límite de su flexibilidad en la búsqueda de un resultado sustantivo. De cualquier modo, Estados Unidos, al igual que -estoy seguro- los otros países de Occidente y neutrales, volverá a Madrid resuelto a hacer todo lo que esté dentro de sus posibilidades para lograr un resultado equilibrado en la reunión. Nosotros seguimos empeñados en el progreso de los derechos humanos, en la multiplicación de los contactos entre los pueblos de las naciones participantes, en mejorar el cumplimiento de las obligaciones ya contraídas por los Estados participantes, en asegurar la continuación del proceso CSCE y en avanzar en el campo de la seguridad militar. En resumidas cuentas: nuestra meta sigue siendo el logro en la reunión de Madrid de un documento final equilibrado y sustantivo.
Finalmente Estados Unidos tiene interés en reafirmar su sólida convicción de que el proceso iniciado en Helsinki es un instrumento capital para la paz mundial. Desde su comienzo, nosotros henios afirmado nuestra conviccion de que la mejor manera de demostrar nuestro compromiso en favor de la paz es lograr un acuerdo que establezca sin ambigüedades que la reunión de Madrid ha de verse seguida en un plazo de dos o tres años de otra reunión de seguimiento, a fin de mantener vivo el proceso. La Unión Soviética ha rehusado hasta el presente sumarse a nosotros en tal compromiso. A todos los Estados participantes nos tranquilizaría que el 27 de octubre, día en que se reanudan las sesiones, la Unión Soviética asumiese con nosotros el compromiso con el proceso nacido en Helsinki. Sin ese compromiso, nosotros tendremos que seguir albergando dudas sobre las intenciones soviéticas en Madrid.
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