Mexicanos y asiátícos, a punto de lograr la mayoría demográfica en Los Angeles
Uno de los temas favoritos de conversación entre los habitantes de Los Angeles, tercera ciudad norteamericana, después de Nueva York y Chicago, es discutir sobre los itinerarios más "cortos" para ir de un lado a otro de la inmensa megápolis. Cruzada por impresionantes autopístas de hasta seis carriles en cada dirección, la aglomeración de Los Angeles (California) se caracteriza por las horas que puede durar desplazarse de un barrio a otro de la ciudad. Barrios perfectamente delimitados, desde el superlujoso Beverly Hilis, sede de estrellas de la pantalla que trabajan en Hollywood y van al supermercado en Rolis Royce, hasta el modesto barrio del este de Los Angeles, donde vive una de las mayores concentraciones de mexicano-americanos (chicanos) de Estados Unidos, calculada en 1.600.000 habitantes. El corresponsal de El País en EE UU visitó recientemente California.
Tom Bradley, alcalde de Los Angeles, recientemente reelegido para un nuevo mandato, es el alcalde de raza negra que administra una ciudad comparable casi a un Estado, por su densidad demográfica, extensión y mezcla de razas y etnias. Una labor difícil para el político demócrata, en cuya figura muchos observadores ven al futuro gobernador de California, cuando se celebren las nuevas elecciones, en 1982, y el popular Edmond Jerr Brown no se presente a una nueva reelección.En Los Angeles, ciudad de más de tres millones de habitantes, los blancos de origen "anglo" perderán pronto la mayoría demográfica, "empujados" por una mezcla de minorías étnicas de origen mexicano y asiático, un factor que tienen en cuenta todos los políticos más aún en época de crisis económica, en una ciudad que tiene el triste récord del más alto nivel de inflación de EE UU, lo que podría reavivar los disturbios sociales y raciales que incendiaron barrios enteros a finales de los sesenta.
La escalada de robos y crímene en Los Angeles -el 27% más en un año- no parece del todo ajena a la mala situación económica, cuyos efectos pueden aumentar cuando, a partir del próximo otoño, sean reales los recortes en ayudas sociales decididos por la Administración del presidente Ronald Reagan, buen conocedor de la realidad de esta zona por su calidad de ex actor en Hollywood, ex gobernador de California y, actualmente, ranchero, durante su vacaciones.
La Prensa de Los Angeles analiza con detalles los disturbios sociales de las ciudades británicas puntualizando que potencialmente todos los elementos están reunidos para que pueda ocurrir algo análogo en Los Angeles si no mejora la coyuntura económica.
Una ciudad "polvorín"
Conscientes del "polvorín" que representa la amalgama de clases sociales dispares, tradiciones y lenguas, los políticos locales de Los Ángeles son cada vez más sensibles a las necesidades de sus ciudadanos. "Mi barrio no es más conflictivo que otros. Al contrario muchas cosas marchan mejor" dice en su despacho de la alcaldía Arthur Snyder, concejal del distrito 14, con amplia mayoría de habitantes mexicano-americanos.
Pero la tranquilidad de una mayoría de ciudadanos hispanos contrasta con los sucesos casi diario provocados por bandas de jóvenes chicanos, autodefinidos como cholos, para determinar su origen mexicano mezclado con influencias estadounidenses, que sumaron 192 víctimas mortales en 1980, con peleas con otros grupos étnicos o camorras con pacíficos ciudadanos. Como el Bronx y Harlem, en la aglomeración de Nueva York, Los Angeles tiene sus guetos, reserva de violencia debida en parte a la miseria, pobreza que contrasta, sin escandalizar, con las mansiones más caras de Estados Unidos, al lado del Pacífico, o con anuncios para la venta de apartamentos de superlujo, en cuyo precio -de siete millones de dólares (unos 670 millones de pesetas)- se incluye un Rolls Royce.
En medio de tan variada población, inmensa densidad de tráfico y contrastes sociales como de la noche al día, Los Angeles prepara los Juegos Olímpicos para el verano de 1984 con típica mentalidad norteamericana. Serán rentables y financiados por empresas privadas, como impone la tradición de esta cuna del mundo capitalista.
El multimillonario de las hamburguesas McDonalds, la multinacional de las tarjetas de crédito American Express, los ordenadores IBM y otros nombres de las finanzas norteamericana subvencionarán íntegramente los gastos de las olimpiadas. Recibirán en contrapartida derechos publicitarios o placas conmemorativas, que adornarán la donación de futuras instalaciones olímpicas. Por pudor a los ideales olímpicos, los organizadores de los Juegos de Los Angelees sólo han rechazado ofertas por parte de fabricantes de tabacos o alcoholes, en un país donde otras drogas, como la marihuana y la cocaína, todavía no están "comercializadas" públicamente.
Con festejos y ceremonias, Los Angeles se dispone tambíén a clausurar, el próximo 30 de septiembre, el bicentenario de su fundación por parte de fray Junípero Serra y el gobernador Felipe de Neve, que bautizaron la colonia de Los Angeles, en 1781, con el nombre de "el pueblo de Nuestra Señora la Reina de Los Angeles". Hoy, los estadounidenses la denominan familiarmente tan sólo por sus siglas -LA-, símbolo de las prisas de la época.
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