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Disciplina y optimismo en los Coros y Danzas del Ejército Soviético

Volvieron al Palacio de los Deportes de Madrid los Coros y Danzas del Ejército Soviético para obtener un éxito total de un público que llenó el amplio recinto. La triple formación -danza, coro, orquesta-, los numerosos solistas y el director, Alexandrov, fueron aplaudidos largamente después de todas y cada una de las intervenciones. Todo el mundo conoce, por vía directa o a través del disco, la actividad musical popularista de los Coros y Danzas Alexandrov: disciplina, amenidad y alegría -sobre todo en los números coreográficos- dominan un trabajo dirigido al público más amplio.

Melodías de origen folklórico, pertenecientes sobre todo, y como es lógico, al acervo de la Unión Soviética, son tratadas por Boris Alexandrov, hijo del fundador de los grupos militares musicales en 1928, con simplicidad, eficacia y brillantez. No se trata, por supuesto, de rigor erudito ni de volver a las fuentes, sino llana y sencillamente de extender y comunicar. De llevar por todos los rincones, en un empeño de renovación y vulgarización, temas tan conocidos como Solovi (Canción de los ruiseñores), Kalinka, Troika o Los bateleros del Volga.

Ahora bien, el trabajo de todos alcanza verdadera calidad. Ya el desfile de voces solistas constituye un verdadero atractivo: Maistruk, Martinov, Zhalvoronok, Shtefutza, Mischenko, Petrov, Somin y Volkov poseen voces bellas y bien educadas.

El conjunto instrumental (unos cuarenta profesores), coloreado por instrumentos nacionales, se produce con virtuosismo, tanto a las órdenes de Alexandrov como a las de otros directores (Korobko, Kazarov). Y las ochenta voces masculinas se unifican no sólo en la entonación sino en la intencionalidad interpretativa, de una gran vitalidad.

Extraordinaria la del conjunto mixto de danzas, servido con exactitud y optimismo de coreografías un tanto al estilo de los musicales cinematográficos o de la opereta teatral.

Temas españoles

Entre el repertorio de su país, los Coros y Danzas del Ejército Soviéticó introdujeron tres temas españoles, ninguno de los cuales es popular, aunque los autores no figuren en programa. Se trata de Valencia, de Padilla; la jota de La Dolores, de Bretón, y Suspiros de España, de Álvarez, bien cantados y tocados, aun cuando a velocidades excesivas, según el tópico patrón extranjero, que nos ve como no somos. Defecto que me parece importante es el exceso de decibelios con que se nos sirve la amplificación de cuanto se canta y toca en el escenario. A veces, el sonido llega a romperse por saturación, gracias a la aplicación de medidas propias de un show psicodélico.

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