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No hay vuelta a viejas ortodoxias económicas, según el profesor Luis Angel Rojo

Joaquín Estefanía

¿Se puede hablar realmente de una vuelta del neoliberalismo económico en las políticas económicas que están aplicando algunos países occidentales? Esta es la polémica que se planteó en la segunda jornada del seminario sobre El retorno de la ortodoxia, celebrado en Avilés, con la intervención del economista español, director del Servicio de Estudios del Banco de España, Luis Angel Rojo. El cuasi consenso mantenido sobre este punto el dia anterior por los economistas latinoamericanos y españoles presentes quedó roto con la intervención de Rojo, quien afirmó que «no creía en ninguna vuelta de las viejas ortodoxias».

El catedrático español inició su intervención cuestionándose el título del seminario, El retorno de la ortodoxia. «¿Hacia qué ortodoxia se retorna?», se preguntó Rojo. «¿Y desde qué heterodoxia se llega? Creo entender que se trata del retorno de una ortodoxia neoclásica desde la heterodoxia keynesiana; pero Keynes fue un ortodoxo, no un heterodoxo». Para Rojo, para analizar la actual situación hay que partir de un planteamiento de crisis del keynesianismo como resultado de su contrastación negativa con la realidad. Fracaso en la explicación de algunos hechos y fracaso porque han surgido nuevos problemas del lado de la oferta que el keynesianismo no contemplaba. Lo que realmente existe, según el catedrático, es un fracaso «de los economistas keynesianos. Es el fin de una ilusión. En este momento, lo que está en cuestión es la macroeconomía, y ante ello no hay retorno de ninguna ortodoxia clásica, sino perplejidad. No hay ruptura epistemológica, sino de continuidades, y una crisis de la profesión». Para Rojo, ante el problema del paro, por ejemplo, las propuestas simplistas de las políticas convencionales no existen, al estar compuesto este desempleo por parte de paro neoclásico y parte de paro keynesiano.

Esta última parte de la intervención del profesor Rojo fue especialmente contestada por algunos economistas latinoamericanos por considerar que la distinción entre paro neoclásico y paro académico en algunos países de América Latina era un academicismo estéril. La profesora brasileña María Concepción Tovares, en especial, criticó radicalmente la intervención de Luis Angel Rojo desde coordenadas muy diferentes. Afirmó que no se había producido una crisis de la práctica teórica de la profesión, sino transformaciones estructurales de las relaciones económicas, impuestas por las multinacionales, que han reducido la capacidad de maniobra de los países en desarrollo para superar sus graves problemas económicos. Señaló que esas transformaciones vienen acompañadas de una vuelta a la ortodoxia que se manifiesta en dos frentes: una activa, que llamó «ortodoxia fascista» (caso de Chile, etcétera), y otra que calificó de «refugio» de economistas teóricos, que, incapaces de dar respuesta a los verdaderos problemas que provocan las transformaciones estructurales, se limita a la construcción de modelos que en la práctica resultan ineficaces. «En América Latina», dijo la doctora Tovares, «el paro no es keynesiano ni lo ha sido nunca», por lo que la discusión planteada por el profesor Rojo no le interesaba.

Sunkel: la fuerza de la microeconomía

Se sucedieron las intervenciones de los economistas latinoamericanos, destacando las del chileno Osvaldo Sunkei, del brasileño Celso Furtado y del ecuatoriano (recientemente nombrado embajador en España) Germánico Salgado. Sunkel criticó a la Escuela de Chicago, que en un momento de perplejidad del neokeynesíanismo replantea el monetarismo y el retorno a la microeconomía. «El análisis coste-beneficio», dijo el chileno, «se puede así aplicar a todo, al individuo, a la familia, etcétera. Ello lleva a la destrucción del Welfare State. Tras la ortodoxia está el liberalismo manchesteriano más puro». Celso Furtado explicó que «el fallo mayor del keynesianismo nace de la idea de sistemas cerrados, intrínsecamente coherentes. Al evolucionar estructuralmente el sistema y abrirse, el keynesianismo pierde fuerza». Por último, Germánico Salgado afirmó que «el ataque de la ortodoxia es muy poderoso porque la política económica aplicada es muy endeble, sin una idea matriz conductora muy clara».

Aldo Ferrer: economía de posguerra en Argentina

El argentino Aldo Ferrer, varias veces ministro en su país en anteriores regímenes políticos, hizo una descripción del desastre al que la aplicación del monetarismo ha llevado a Argentina. Para hacer comprender la dependencia que de los centros monetaristas existe en la política económica argentina, Ferrer se valió de una anécdota: «Periódicamente, el anterior ministro de Economía, Martínez de Hoz, se reunía con el resto del Gabinete para elaborar un informe sobre el estado de la economía en nuestro país, cuyo único destino era entregárselo a David Rockefeller». Según Ferrer, se hacen tres diagnósticos de la situación: el primero afirma que el desastre económico tiene causas exógenas impulsadas por la Comisión Trilateral; el segundo es una justificación de que la filosofía monetarista es buena, pero la instrumentación ha sido mala. El tercer diagnóstico, que es el propio de Ferrer, incide en aspectos endógenos históricos de Argentina: imposibilidad de que el monetarismo tenga éxito en un país en el que persiste el conflicto entre una Argentina pampiana y una Argentina portuaria (es decir, el grado de industrialización), la reasignación de recursos por grupos extraños a los habituales, como son los militares, que han generado sus propios intereses como grupo; el fracaso del populismo, etcétera.

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