Hassan II y el Sahara
HASSAN II llega a Nairobi, donde se reúne el comité especial de la Organización para la Unidad Africana, dispuesto a defender por todos los medios el principio de soberanía de Marruecos sobre el Sahara, tema que deberá resolverse por un referéndum de la, población saharaui, según se acordó en la reunión de Nairobi de junio. Se entendió entonces que la decisión de Hassan de aceptar el referéndum era un acto espectacular y capaz de romper el bloqueo político de la cuestión. Posteriormente Hassan II ha tratado de matizar la cuestión incluso declarando que el referéndum era consultivo; es decir, que una derrota eventual de las tesis marroquíes no le obligaría a abandonar su pretensión. Pero es indudable que, si fuese así, su desastre diplomático sería considerable.El referéndum, en principio, parece imposible; por lo menos desde la óptica puramente democrática de libertad de votación. Para que tuviera entera validez sería precisa una tregua, una evacuación completa de las tropas marroquíes, el regreso de todos los saharauls, exiliados o combatientes; una libertad absoluta de propaganda y el establecimiento de una comisión enteramente neutral para vigilar todos los elementos de libertad, comprendido el escrutinio. Hay vehementes sospechas de que si todas estas cuestiones se cumplíeran la población saharaui podría elegir su independencia. Parece que Hassan II va a intentar en Nalrobi conservar todas las garantías posibles para continuar intentando la posesión del Sahara. El comité de Nalrobl no le es enteramente hostil, y en este sentido puede decirse que hay en la actualidad una considerable presión de Estados Unidos: el Sahara forma parte de su gran campaña general del Tercer Mundo, y tenie verlo en manos de un Frente Polisario al que considera marxista y afín a la URSS. Pero las condiciones del referéndum, en cuanto no fueran regulares y no se aceptaran por parte del Polisarlo -que en la reunión anterior fue favorable al principio-, podrían no interrumpir la situación de guerra. Marruecos está en este caso en muy malas condiciones. Se ve envuelto en una de esas guerras clásicas de nuestro tiempo, en las que la superioridad de fuerza militar no determina la victoria y, pudre la moral del combatiente y su retaguardia, conio les sucedió a Estados Unidos en Vietnam y a Portgual en Angola (más atrás, a Francia en Argelia y, en Indochina). Marruecos se engañó con la aventura sahariana por la facilidad de la niarcha verde en noviembre de 1975; pero han pasado seis años y la situación es cada vez más difícil. El coste de la guerra se ha multiplicado y repercute en forma de impuestos sobre un pueblo ya muy empobrecido y sangrado por el reclutamiento de soldados. La unidad que todos los partidos políticos mostraron en torno a Hassan II en esta operación ha comenzado a resquebrajarse, y algunos de los disturbios últimos tienen como origen el malestar social, doblado por el malestar político. Al rey de Marruecos le interesa sobremaliera encontrar una salida: la de ganar pura y simplemente la guerra está excluida, y la de abandonar el territorio, también. El trono está demasiado comprometido en la gran aventura imperial.
Juegan a su favor las nuevas circunstancias internacionales. El cambio paulatino de Argelia, que querría desembarazarse del problema polisario -al que tiene también el miedo de un revolucionarismo interior-; la posición de Libia, que acaba de encontrar que Estados Unidos parece dispuesto a todo, incluso a una guerra, si traspasa sus límites, la tendencia a la neutralidad demuchos países africatios podrían terminar por un aislamíento del Frente Polisario, que tendría muchas dificultades en proseguir la lucha solo, y al que la ayuda única de la Unión Soviética terminaría por comprometer gravemente. Sobre todas estas bases juega ahora Hassan una carta muy importante, muy decisiva, para él, para su país y para toda una zona africana cuajada de intereses extraños.
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