La muerte que no cesa
¿Cuántos muertos van a ser necesarios para hacernos salir de la apatía? ¿Hasta cuándo vamos a esperar? ¿Qué nos está pasando a todos? ¿De dónde ha venido esta resignación extrana que nos invade? Me hago estas preguntas recordando una de las miles de cartas que he ido leyendo sobre este macabro tema. En ella se decía que somos los ciudadanos los que tenemos que tomar la iniciativa, y en este caso, al ver la tranquilidad de nuestros mayores, estoy completamente de acuerdo con el firmante de esas líneas. Somos nosotros los que tenemos que salir a la calle a pedir explicaciones, responsabilidades, dimisiones.De todos modos, me gustaría hacer desde aquí una llamada a los partidos con los que me siento identificada. Quiero decirles que su tranquilidad no la comprendo. Partidos que en otras ocasiones han sacado a la calle a miles de personas por motivos graves. En esas ocasiones (hay una muy reciente en la mente de todos) no dudaron que era importante hacer oír la voz del pueblo. En estos momentos, la situación es muy grave también. Día a día se está muriendo irremisiblemente una parte de la población y es una muerte que no cesa; y, mientras tanto, hay una desazón inquietante por parte de las altas esferas por ternas que nos llevan de cabeza a la deliendencia y a la inseguridad, y esto, esto que nos ocupa, que preocupa, que aterra, lo dejan de lado y, cuando llega la ocasión de dirigirse al país, dicen que el Goblerno no es responsable. Entonces, senores míos, ¿cuál es el papel de un Gobierno exactamente? ¿Quién protege al ciudadano de tanto listo miserable que pretende -y lo censigue- hacerse rico a costa de la salud, de nuestra salud? Seriedad, señores, que nuestras vidas son rruy serias, que en definitiva es lo ánico que tenemos como equipaje. Vamos a luchar todos para que no nos lo arrebaten.
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