Arafat tiene la clave del futuro de Oriente Próximo
¿Quién puede cambiar actualmente el sentido de la historia en Oriente Próximo? El más reciente participante en este campo, nunca demasiado concurrido, es el príncipe heredero Fhad, de Arabia Saudí. Su plan, sin duda interesante, es claro índice de la disposición saudí para aceptar un compromiso cada vez mayor en pos de una paz negociada. Esto parece indicar que los saudíes están decididos a ejercer mayor presión sobre los palestinos (tal como en Líbano), en apoyo, sobre todo, del sector más moderado de la OLP.Pero el plan saudí, aunque suponga un paso en la dirección adecuada, no alterará la política de Beguin, por lo que no parece que pueda ser el príncipe Fahd la persona capaz de cambiar el rumbo de la historia en Oriente Próximo. Tal y como ya ocurrió en una ocasión con Sadat, solamente un hombre es capaz de realizar este cambio: el líder de la OLP, Yasir Rafat.
La victoria de Beguin en las recientes elecciones de Israel indica que, hasta que se mantenga la coalición gubernamental (a la que su exigua mayoría puede beneficiar más que debilitar), Israel seguirá una política de statu quo o, para definirla mejor, de hechos consumados.
Paso a paso, Beguin se encaminará hacia la anexión israelí de los territorios ocupados. Pondrá en marcha la colonización de esos territorios y continuará las negociaciones de Camp David; pero únicamente aceptará una forma muy restringida de autogobierno palestino, con el fin de no bloquear la anexión de la región, sino, por el contrario, tratar de que ésta le sea más fácil.
Es este, por el momento, el curso que el premier Beguin ha impuesto al rumbo de la historia en Oriente Próximo. La mitad del electorado israelí, así como la mayoría de los observadores extranjeros, cree que este modo de operar llevará al desastre y a más guerras. Pero ¿quién puede detener a Beguin, cambiar la política israelí o cambiar el sentido de la historia?
Es indudable que el mismo Israel podría cambiar la situación si en un futuro la oposición llegara al poder; pero esto quizá no suceda por mucho tiempo. En teoría, los americanos podrían intentar cambiar la política israelí bajo amenazas de retirar su actual y casi incondicional apoyo militar a este país si Beguin mantiene su estrategia como hasta ahora. Esto quizá se diera si los americanos llegaran a la conclusión de que el apoyo a Beguin y a su política podría hacer peligrar sus relaciones político-económicas con los países moderados árabes que producen petróleo, y puede que en algún momento, incluso, comprometer su alianza estratégica con el Egipto de Sadat. Pero los líderes árabes moderados han demostrado que no tienen fuerza para imponer un cambio de estrategia en la política norteamericana. Sadat volverá a tener las manos libres el año próximo, cuando se complete la devolución de los territorios ocupados en el Sinaí, en el mes de abril; pero el mandatario egipcio necesita demasiado a Estados Unidos como para tratar de imponerse a Washington.
Tampoco desde Europa se pueden cambiar las cosas. Así, mientras Israel se sienta amenazado por parte de árabes y palestinos, Beguin sabe que podrá contar con la ayuda de Norteamérica, aun cuando aquí no se vea con agrado su política expansionista. Esta situación cambiaría radicalmente si Arafat siguiera los pasos de Sadat y anunciase su decisión de reconocer unilateralmente al Estado de Israel sin condiciones, como paso previo para encauzar el contencioso sobre los derechos nacionales y la paz de los palestinos.
Unicamente bajo este supuesto podrían ejercer presión efectiva sobre Israel saudíes, egipcios, europeos y, finalmente, norteamericanos. Incluso dentro del mismo Israel podría surgir fuerte oposición a la política de Beguin.
Según Arafat, los palestinos no pueden renunciar a su única carta válida: el reconocimiento del Estado de Israel. Pero ¿qué ha logrado Arafat manteniendo esa política? Absolutamente nada. Con gran alegría por parte de Beguin, continuará a placer su política anexionista. La causa palestina desaparecerá o, en todo caso, su empeño únicamente conducirá a la guerra.
Sadat ha demostrado que se puede lograr mucho reconociendo a Israel.
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