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¿El fin de una frustración?

La desaparición Oficial de la censura hizo creer a muchos cineastas españoles que había llegado finalmente el momento en que nuestro cine disfrutara de la misma libertad que la mayoría de los países europeos, por no citar ya Estados Unidos. La prohibición sufrida por El crimen de Cuenca vino a demostrar lo contrario. Basada en datos reales, rubricados por la administración de Justicia, la película narra con objetividad los hechos ocurridos en 1910, que compusieron la alucinante historia de dos hombres que fueron condenados por un delito que jamás se cometió. Sin embargo, la película fue reclamada por el fiscal del Reino, primero, y, al no encontrar en ella materia alguna de delito, confiscada por la justicia militar, después.Como había sido habitual en los cuarenta años anteriores, la sorpresa del pueblo español y la indignación por continuar sufriendo los mismos silencios. no se hicieron esperar; quizá, con menos fuerza popular que en otras ocasiones, a juzgar por la actitud displicente de algunos partidos políticos, pero contundente, de cualquier forma. Finalmente, tras año y medio de espera, los espectadores españoles pueden conocer ya El crimen de Cuenca.

Algo, no obstante, le ha ocurrido a la película. Es lo que más valora su directora, Pilar Miró, a pesar de su procesainiento con amenaza de condena: «No es ya lo que era. Es imposible recuperar los ojos vírgenes de los espectadores que la hubieran visto en el momento del estreno».

El crimen de Cuenca se ha transformado en el símbolo de una ausencia de libertades que se creían conquistadas. No es, sin embargo, el único caso. Rocío, del andaluz Fernando Ruiz, ha sido también retenida y se encuentra ahora pendiente de juicio. Las amenazas que al parecer se ciernen sobre el segundo largometraje de Cecilia Bartolomé Después de..., prolongan la impresión. La reciente clasificación «S» con que se ha destacado la película de Eloy de la Iglesia La mujer del ministro, basada únicamente en problemas de buen gusto político, cuando películas de signo opuesto han sido ofrecidas normalmente en las pantallas españolas, confirman, finalmente, que la censura cinematográfica no ha desaparecido totalmente, por mucho que así lo diga el decreto de 1977.

Pilar Miró ha afrontado los problemas judiciales de su filme sin acogerse a su condición de contratada con guión ajeno: una ética profesional a la que no ha renunciado en el resto de su trabajo; tras la prohibición de El crimen de Cuenca y ante la negativa de muchos productores a ofrecerle nuevos trabajos por considerarla peligrosa, ha organizado su propia productora, empeñando a cuantos amigos tenía. El resultado, por el momento, es Gary Cooper que estás en los cielos, con la que ya ha obtenido diversos premios internacionales.

«Quiero llegar a dirigir cuarenta películas, por lo menos. El sueño de mi vida sería haber hecho -o hacer ahora- Lo que el viento se llevó», dice la directora, que no plantea precisamente en sus películas una narrativa a la usanza americana Enfrascada ahora en nuevos proyectos, Pilar Miró participa, no obstante, de la programada frustración del cine español.

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