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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Explicación conveniente

Mi condición de miembro de los tribunales que juzgaron el acceso a la cátedra de Historia de la Medicina de Murcia y a la plaza de profesor agregado de Cádiz me obligan, con fines únicamente esclarecedores, a ofrecer un comentario a la carta que EL PAÍS publicó en su número del 1 de agosto, con la firma,de los profesores López Piñero y García Ballester.Considero inaceptable su denuncia de parcialidad e infantil la implicación política a que aluden.

Mi voto fue negativo para el profesor que solicitaba el acceso a la cátedra de Murcia, por considerar que su curriculum no atestiguaba, a partir de su nombramiento como profesor agregado, suficiente labor investigadora histórico-médica, lo que resulta partícularmente chocante ante el informe de su universidad en el que se declaraba habían sido puestos a su disposición generosos medios de trabajo.

En lo referente al concurso-oposición a la plaza de profesor agregado de Cádiz, mi imparcialidad creo queda reafirmada al poder

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declarar que no aspiraban a tal puesto historiadores a los que meunieran vínculos de escuela, lo que no ocurría, bueno es destacarlo, en los dos miembros del tribunal que lo abandonaron ante el resultado de la votación, adverso para el candidato que patrocinaban.

La reacción de los firmantes de la carta no puede sorprender a ,quienes fuimos espectadores del incivil y esperpéntico comportamiento que protagonizaron ante el tribunal al pronunciar éste su fallo, y que acaso una interpretación psiquiátrica lo hiciera comprensible.

No puedo dejar de expresar mi extrañeza ante la recusación que en la carta se hace de los presidentes de los tribunales, cuya actuación se busca descalificar, y ello porque creo recordar fueron profesores no historiadores y miembros de la facultad a la que ellos mismos pertenecían quienes presidieron las oposiciones por las que los profesores López Piñero y García Ballester accedieron a los puestos académicos q'uehoy ocupan, y el recurso a profesores no historiadores para componer tribunales lo han reiterado hasta fecha reciente, no obstante ser ya el profesor Laín, como ellos nos recuerdan, la indisputable autoridad de la historiografía médica española.

Todo se entiende si tomamos nota de cómo el que podríamos denominar colectivo valenciano de historiadores de la medicina ha venido monopolizando la adjudicación de puestos docentes, y acaso aquí se halle el factor que explique la aparición en la universidad, en el campo de la hístoriografla médica, de la figura del profesor-funcionario que sestea a la sombra del presupuesto del Estado y vive desentendido del quehacer investigador, como lo prueba la menguada producción científica de bastantes de los que hoy niegan valor al quehaper de historiadores honesios, poniendo, y esto es lo que realmente importa, en trance de extinción la que un día fue prometedora escuela lainiana y hoy no pasa de ser, en ciertos sectores de la misma, mortecino cotarró refugio de manipuladores de cifras y fabricantes de estadísticas. / Catedrático de Historia de la Medicina. Presidente de la Real Academia de Medicina de .

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