La población, a la hora del censo: la población española/2
La población española actual supera, según las estimaciones más fundadas, los 37,5 millones de habitantes -la proyección más reciente (*), bajo la hipótesis de saldo migratorio nulo para los dos últimos años, cifra ya en 37.412.000 el número de españoles al comienzo de 1981-. La aportación del último censo, confirmando o rectificando esta estimación, resulta insoslayable.Durante el período 1961-1980 la población española se incrementó en 6,5 millones de personas; este crecimiento representa en cifras relativas un 21 % de la población inicial.
La dinámica poblacional de los últimos veinte años en España se ha caracterizado por una tasa bruta de mortalidad en torno a 8,5 fallecidos por mil habitantes; la tasa bruta de natalidad y, paralelamente, la de crecimiento natural no han dejado de descender en el período, perdiendo la primera más de cinco puntos por mil desde su cota más alta, en 1964; en cuanto a la tasa de. crecimiento poblacional por mil habitantes, ha seguido una evolución oscilante, reflejando estrechamente las fluctuaciones de la migración exterior.
La pirámide de la población española al inicio de 1981 muestra una población relativamente envejecida (el 10,5% de los españoles ha pasado del 65 aniversario), a causa, fundamentalmente, de la caída de la natalidad. En 1960, las personas con 65 años y más representaban el 8,2% de la población. A la altura de 1980 la media europea se sitúa todavía claramente por encima (12,3%).
La nupcialidad
El comportamiento de los españoles ante el matrimonio*, pese a la estabilidad de la tasa bruta en torno al siete por mil, ha variado sensiblemente en los últimos veinte años. En primer lugar, se constata una clara disminución de la edad media al matrimonio desde 1960: en los varones disminuye tres años, al pasar de 29,3 a 26,3 años, en 1978; en el caso de las mujeres, el rejuvenecimiento se cifra en 2,7 años, al adelantarse su edad media al matrimonio desde 26,4 a 23,7 años. La diferencia de edad entre los contrayentes, estimada en unos tres años, se mantiene sorprendentemente constante durante todo el período. Aun dentro del esquema tradicional (mayor edad de los va rones a la hora de contraer matrimonio y_edades de los cónyuges todavía elevadas respecto al modelo europeo), es obvio que la mayor precocidad en el matrimonio viene dada por una creciente mejora económica en la mayor parte del período y a un profundo cambio en las pautas de control de la natalidad, pues el retraso en la edad del matrimonio no es sino una forma primaria para reducir la fecundidad.
Sin embargo, en la evolución de la nupcialidad española el dato más relevante es la abrupta caída observada desde 1975. Antes de esta caída se pueden acotar otros dos subperíodos: 1961-1965 y 1974-1975, durante los cuales la situación del mercado matrimonial ha incidido de manera diferente en el comportamiento de los agentes. El primer lustro de los sesenta se caracteriza por unas cotas de nupcialidad decrecientes e irregulares. En el período siguiente un ramal al alza se extiende desde 1965 hasta -1973. La evolución decreciente, que se inicia en 1974, se acentúa intensamente a partir de 1975.
Dada la diferencia de edad al contraer matrimonio entre varones y mujeres de tres años por término medio, la llegada al mercado matrimonial de las generaciones menguadas por la falta de nacimientos durante la guerra ocasionó en el primer lustro de los sesenta un déficit de mujeres casaderas. Pero a partir de 1965 se produjo una situación ventajosa para el sexo masculino en el mercado matrimonial, influenciada además por las migraciones exteriores. Esta incidencia de las perturbaciones de la natalidad a raíz de la guerra sobre el mercado matrimonial de los años sesenta resulta un dato muy relevante de la nupcialidad en España.
La fecundidad
En la actual coyuntura demográfica española el rasgo más sorprendente viene dado por la aceleración súbita en la caída de todos los indicadores de natalidad y fecundidad durante los cuatro últimos años. Dicha aceleración arranca desde 1974 y se engarza en la caída lenta que venía observándose desde 1964, también en la mayor parte de los países de Europa con mayor intensidad. La cifra provisional de nacimientos para 1979 implica una tasa de natalidad del orden del 16,1 por mil, frente al 18,1 por mil observado en 1977, según la cifra definitiva de nacimientos, es decir, que la tasa de, natalidad habría perdido dos, puntos por mil en dos años y alcanzaría el nivel mínimo del siglo.
Pese a la espectacular caída de los últimos años, la fecundidad española está ciertamente por encima de la media observada en los países europeos, con los que tiende, sin embargo, a homologarse. Con el nivel de mortalidad alcanzado en estos países haría falta un promedio de 2,1 hijos por mujer para asegurar el reemplazamiento de las generaciones. La gran mayoría de los países en cuestión se sitúa por. debajo de dicho nivel. La tasa bruta de reproducción para España en .1979, reconstruida según la cifra provisional de nacimientos, implica un promedio de 2,3 hijos por mujer, es decir, que el reemplazamiento de las generaciones sigue asegurado y mucho más el crecimiento de la población.
La mortalidad
La lucha contra la muerte ha tenido un impacto de eficacia en España, que ha llevado a unas esperanzas de vida de 70,4 años en los varones y 76,2 en las mujeres en el año 1975. Entre 1960 y el citado 1975 se ganan tres años de vida media en los varones y cuatro años en las mujeres, ampliándose así la sobremortalidad masculina.
La elevada esperanza de vida, que coloca a España en situación comparable a Inglaterra y Francia, no debe confundir sobre la situación real de la sanidad española. En efecto, los altos niveles en el indicador de la mortalidad son debidos no sólo al indudable progreso sanitario, sino también a que en edades avanzadas las generaciones españolas actuales han sido más fuertemente seleccionadas por la mortalidad qua sus pares en Inglaterra y Francia. De ahí que comparando la mortalidad edad a edad España tiene una mortalidad inferior a partir de los cincuenta años y nítidamente superior en edades infantiles y juveniles.
Las migraciones
La medida de la extraordinaria intensidad de las migraciones interiores en nuestro país se pone de manifiesto al comprobar que, de las personas censadas en 1970 con diez o más años de edad, 4,5 millones habían cambiado de municipio de residen cia con relación a 1960; esta cifra representa el 19,4% de la población que seguía residiendo en el mismo municipio.
Según la encuesta de equipamiento y nivel cultural de las familias (INE, 1977), el número dé hogares migrantes en el período que va del 31 de diciembre de 1970 al 30 de abril de 1975 es de 480.716, que en términos relativos se sitúa en el 5,4% del total de hogares no migrantes.
En cuanto a la migración exterior, según estimaciones del Instituto Español de Emigración, el número de emigrantes con destino a países europeos se sitúa en tomo a 160.000 al año en los períodos 19162-1965-y 1969-1973, en los que nuestra migración exterior fue más intensa; en los años 1966-1967 y 1968, en los que se produjo una breve crisis en la industria europea, el número medio de salidas anuales descendió a 107.000. A partir de 1973, fecha del inicio de la crisis económica actual, el número de salidas al exterior se ha reducido drásticamente, pasando de 89.000, en 1974, a 3 1.000, en 1977.
La evolución de la migración exterior se traduce en términos de saldo migratorio de signo negativo hasta 1974; el año 1975 inicia un período de saldo migratorio positivo. Desde entonces no parece haberse producido, sin embargo, un retorno masivo de los emigrantes. En este punto, la aportación del censoactual de población resulta ya imprescindible.
En conclusión, durante el últimc lustro de los setenta se ha producido una ruptura en la evolución de las principales variables determinantes de la dinámica poblacional en España: disminución de la nupcialidad, caída abrupta de la fecundidad y cambio de signo del saldo migratorio exterior.
* GTE, Ministerio de Economía y Comercio, Población, activídady ocupación en España (proyección con horizonte 1995). Madrid, 1980. Además de los redactores de este artículo forman parte del GTE: Carmen de Miguel, Alvaro Espina y José Ramón Lorente, bajo la coordinación de Carlos Romero.
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