Ecos sociales y gestos políticos
EL ENLACE nupcial del príncipe Carlos, heredero de la corona británica, con ladi Diana es un acontecimiento de gran significación simbólica para el Reino Unido y la Commonwealth, que encuentran en la continuidad dinástica la clave del arco de un complicado edificio constitucional y político construido por piezas a lo largo de la historia. Esta boda del siglo, una de las que se suelen celebrar casi todos los años, ha concitado el entusiasmo de la Prensa del corazón, que se dispone a rellenar las páginas veraniegas de sus revistas con esta versión modernizada y suavizada de la fábula de la Cenicienta.La decisión del rey Juan Carlos de no acudir a una ceremonia inscrita en el marco de las tradiciones monárquicas europeas tiene la sólida y elogiable motivación de sobreponer el interés del Estado y la dignidad nacional a los compromisos familiares y a los nexos amistosos entre las familias reales. La iniciativa de que la joven pareja inicie su luna de miel desatracando el yate Britannia del puerto de Gibraltar, ese minúsculo trozo de tierra española ocupado por Gran Bretaña desde comienzos del siglo XVIII para controlar el paso del Estrecho, puede ser interpretada alternativamente como un insulto gratuito o como una solapada manera de reafirmar, aprovechando la desmesurada publicidad unida a los esponsales, la voluntad británica de mantener una base militar en el Estrecho bajo el disfraz de una colonia.
Un diputado conservador ha anunciado, en una entrevista en la BBC, que presentará una moción en la Cámara de los Comunes para pedir, como respuesta al supuesto desaire del rey Juan Carlos, la denuncia del acuerdo de Lisboa alcanzado el año pasado entre lord Carrington y Marcelino Oreja. Varios miembros de la Cámara de los Lores se muestran dispuestos a solicitar la plena ciudadanía británica de los llanitos. La hipótesis de que el viaje de novios de los príncipes es algo más que una simple grosería, motivada por la falta de sensibilidad de sus organizadores ante las emociones de los españoles, no va a carecer de pruebas en su favor.
No es este momento para analizar el trasfondo histórico, el marco geopolítico y las razones jurídicas, decididamente favorables al punto de vista español a la luz del derecho internacional y de las resoluciones de las Naciones Unidas, del conflicto hispano-británico en torno a la base militar y la colonia gibraltareña. Sólo el respeto a los derechos de la población asentada por la política imperial en esa especie de portaviones anclado en el Mediterráneo introduce un matiz en ese pleito hispano-británico, que de otra forma habría quedado visto para sentencia hace mucho tiempo. Sin embargo, no parece que el Reino Unido se mueva en este litigio por otras razones que no sean las específicamente militares o la nostálgica tentativa de conservar un último girón de sus dominios coloniales.
La base militar británica en el Peñón está integrada en el sistema defensivo de la OTAN, aspecto que debe tomarse en consideración cuando del próximo ingreso de España en la Alianza se habla tanto. El ejemplo dado por el Rey al cancelar su viaje para asistir a los esponsales reales debe servir de motivo de reflexión y ser saludado en todo caso por los ciudadanos de este país como un gesto responsable. y digno de elogio.
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