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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El ridículo, no

España, aunque bien lo disimule a veces, es un país liberal. La libertad acampa entre nosotros, y las posibilidades se multiplican. En este país se puede hacer casi todo: componer profundas tramas negras, macarras y penosas, invadir ciudades a toque de cometa, envenenarse con aceites, improvisar virus, causar pánicos, dar pena y hasta dar lástima. Pero está claro que lo que no se debe ni se puede hacer en este único país tan nuestro es hacer el ridículo. Aquel que hace el ridículo, sabe que está descalificado para siempre. Si entre notoros hay pecados imperdonables e imprescriptibles, uno de ellos es este. El que hace el ridículo ha jugado y ha perdido. Los oídos a su alrededor se vuelven sordos, las verdades en sus labios se convierten en chanzas.Hacer el ridículo en este país es pegar un trágico y ominoso resbalón. Y el que resbala debe, al menos, tratar de conservar la dignidad. Y para conservarla, a veces no hay más remedio que largarse, que, en una palabra, dimitir.

Lo que ocurre es que en este país, y a estas alturas, eso de dimitir suena todavía a música celestial./

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