Dámaso come toro
Para hambre, la de Dámaso González, y como su hambre es de toro se ha metido a torero. Salen los toros y Dámaso González se los come. Es la gran sorpresa para cuantos no suelen estar al tanto de las cuestiones domésticas de la fiesta (es decir, 12.424 almas cada tarde).Las 12.424 almas suponen que ese señor bajito, con un cartabón por nariz, desgalichado dentro de su vestido nazareno y oro que compró en las rebajas de enero, sale a torear; y se asombran cuando le ven comer toro. El señor bajito, de nombre Dámaso, está obligado a darles una pista para dejar bien sentado, desde un principio, de qué va el asunto. En vez de muleta y estoque debe sacar tenedor y cuchara.
Cuanto más grande es el toro, más hambre le entra a Dámaso González. Los toros condesos eran tremendos de corpachón y de pitones. pero Dámaso se los jalaba como si se trataran de pajaritos fritos. El secreto debe estar en la nariz de cartabón. El olfato es la brújula del buen gurmet. Y Dámaso huele los solomillos de las reses desde que aparecen por los chiqueros.
Plaza de Pamplona
Cuarta corrida de sanférmines. Toros del Conde de la Corte, con trapío, aparatosos de cabeza y astifinos, mansos y broncos. Angel Teruel: pinchazo y estocada corta trasera desprendida (bronca). Estocada corta y descabello (protestas). Dámaso González: estocada atravesada que asoma y descabello (ovación). Pinchazo, media estocada baja y descabello, la presidencia le perdonó un aviso (oruja). Niño de la Capea: estocada atravesada que asoma y, descabello (pitos). Estocada corta atravesada y descabello (piios). Hubo en la plaza el lleno y el bullicio habituales en la feria. Teruel y Niño de la Capea fueron despedidos con una lluvia de almohadillas, mendrugos y fruta.
Con el capote le da lo mismo que el toro vaya o vuelva y lo que llaman lidia es asignatura que siempre le queda para septiembre. Sin embargo, con la muleta se va hacia el animal, sea condeso o inclusero, se reboza con él, ñam, ñam. Ayer en Pamplona lo mismo. Sus compañeros de terna le habían dado manta a la mansedumbre N, mala casta de la corrida. per o este Dámaso comilón no podía irse de vacío. De manera que se puso delante de la fosca carota del funo extremeño v venga para adelante, venga para atrás. tiro para arriba, tiro para abajo, ahora pendulo, después basculo, me pongo de rodillas, doy la espalda, pase usted, que te pegue un bocao, se merendó al toro condeso.
El primero de los que le correspondieron era reservón, y lo sobó por todas partes y en todos los terrenos, hasta dar una vuelta completa al ruedo, aunque ahí quedó la cosa. La merendola vendría en el otro, que era tan reservón como el anterior, sólo que más grande, con poder de los que derriban estrepitosamente y astifino. Mejor lo de astifino: los pitones le servían de mondadientes a Dámaso González.
Sesudos eruditos deberán investigar ahora si eso es torear. Torear no es merendarse al toro, por supuesto; pero dominarlo, sí, y ocurre que Dámaso González lo domina, a su heterodoxa manera. Lo inquietante del caso es, no obstante, que quizá tengamos en Dámaso González al torero más dominador del momento, que, calladamente, humildemente, inadvertidamente, ha roto todos los esquemas de la añeja tauromaquia, para sustituirlos por una nueva regla de oro del toreo.
Bueno, de oro, no; si acaso de plomo, porque el toreo también es estética y arte, de lo cual está absolutamente limpio Dámaso González. Cuando de buscar arte o estética se trata, dirá: «A mí, que me registren; soy inocente». Todos. las 12.424 almas, más el resto que haya en el tendido atestiguaremos a su favor. Dámaso González no es reo de ocultar arte de ninguna especie.
Tampoco busquemos el arte en un Niño de la Capea, que es el rey de la zapatilla y sus zapatillazos, con el agravante de que los recursos de dominio también parecen caerle a muy larga distancia cuando se los tiene que aplicar al toro torazo toro. Su habilidad consiste en pesiar pases, con zapatillazo previo y cuando los toros no se dejan no tay tal habilidad. Busquémoslo en cambio en Angel Teruel pero con lupa. Paciencia con él.
Tremendos de trapío salieron los toros del Conde de la Corte. Aparatosos de cabeza, que adornaban enormes v asti inas astas. «La feria del árbol», llamaban a esta corrida los taurinos, Mansos y broncotes, por añadidura, encogían el corazón. En cualquier plaza hubiera seguido con atención y respeto la lidia de una corrida de semejante estampa. En cualquier plaza menos en la de Pamplona, naturalmente, donde a la manera del Dámaso comilón, lo principal es la merienda, y armar ruido, y a los del ruedo que les vayan dando.
Pasaban fatigas los toreros con los apabullantes toros condesos, y en el tendido los mozos cantaban y bailaban mamá Inés a ritmo de rock. Pasaban las de Caín los toreros el día de los gigantescos y peligrosos toros de Aguirre. y en el tendido los mozos cantaban y bailaban mamá Inés a ritmo de rock. ¿Y para cantar y bailar mamá Inés a ritmo de rock hace falta tanto toro y tanto cuerno?
La feria de Pamplona debe cambiar sus pautas y sus normas en sucesivas ediciones. Tres toreros bailarines y seis torillos de cualquier parte pueden hacer fíesta,que es de lo que se trata. Y el toro, con su torero, para donde quieran verlo. El actual planteamiento de la corrida sanferminera oscila entre el derroche y la crueldad mental. Y a eso no hemos venido.
Bohórquez recurrió
Fermín Bohórquez y la casa de Misericordia recurrieror, ante la autoridad cuando los veterinarios rechazaron tres toros de aquella divisa, anunciada para la corrida del pasado jueves. El argumento, del ganadero era que esos tres toros tenían el trapío suficiente para ser lidiados en la feria de Pamplona.
Babelia
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