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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Bolsa en Italia

EL CIERRE de la Bolsa en Italia no es el síntoma de que la economía se encuentre desarbolada, sino la respuesta a una serie de medidas de política monetaria que han recortado la liquidez de manera drástica. Las autoridades monetarias, siguiendo el consejo de la Comisión de Control de Bolsa (Consob), han modificado la posibilidad de disponer de facilidades de pago aplazado durante un mes y han impuesto la obligación de liquidar las transacciones en el plazo de tres días. El lunes 6 de julio, en que se inauguraba la nueva regulación, el mercado bajó 6,5 puntos; el martes, la caída fue de veinte puntos, y el miércoles, ante la evidencia de un nuevo desplome, los agentes acordaron no seguir aceptando órdenes de compra o de venta.Este suceso tiene lugar después de que las cotizaciones se doblaran a lo largo de 1980 y de que entre finales de mayo y comienzos del año volvieran a aumentar en un 68%. La caída de los últimos días había sido sólo de un 28%, pero la torpeza del Consob puede constituir un perjuicio de consecuencias irreparables, al menos a corto plazo, para la confianza que los pequeños ahorradores habían venido mostrando hacia el mercado bursátil.

Durante el primer trimestre del año, después de terminar 1980 con un enorme vigor, la economía italiana registraba todavía un crecimiento que, aunque modesto, contrastaba con la evolución negativa de los otros grandes países de Europa occidental. Las exportaciones y el índice de producción industrial reflejaban en la primera parte del año 1981 incrementos moderados, pero reales. La confianza de los empresarios parecía haberse enfriado durante la primavera, pero las expectativas de una recuperación de la actividad, al abrigo de un mayor impulso de los pedidos extranjeros pasado el mes de agosto, se había ido consolidando.

Es cierto que las tasas de inflación sólo habían registrado una ligera desaceleración: 20% en abril, frente a un 21,3 % a finales de 1980. Sin embargo, la caída de la lira y el consiguiente encarecimiento de los precios de importación, junto al fracaso de la Cofindustria en su pretensión de abolir la scala movile, habían enrarecido de nuevo las expectativas inflacionistas. Por otro lado, a pesar del mayor rigor de la política monetaria, el crecimiento del crédito (alrededor de un 22% en los primeros cuatro meses, frente a un objetivo del 13 %) mostraba las dificultades de atacar la inflación desde esta vertiente. En cualquier caso, el problema fundamental continuaba siendo el imparable crecimiento del déficit del sector público, que en los primeros cinco meses de 1981 aumentaba a una tasa anual de 45.000 millones de dólares (prácticamente el mismo déficit absoluto que Estados Unidos, cuya dimensión económica es diez veces mayor, y cinco veces el déficit previsto del sector público en España en 198 l).

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La economía italiana, gracias a su gran capacidad técnica e inventiva, que incluye procedimientos tan poco ortodoxos como la economía sumergida, ha sido una de las más dinámicas de Europa durante los últimos años de recesión. Sin embargo, la hipoteca de un Gobierno gastado y unas instituciones despilfarradoras han impedido mantener el ritmo de crecimiento de lo que fue el milagro italiano en medio de la Comunidad Económica Europea. A finales de mayo dimitió el Gobierno presidido por el democristiano Forlani. Uno nuevo, formado por el líder del Partido Republicano, Spadolini, ha recibido la aprobación del Parlamento. Su programa, anunciado casi en vísperas del cierre temporal de la Bolsa, es más la propuesta de un hombre de Estado que la receta de un pescador de alianzas electorales. En el terreno económico ha prometido una acción firme y rigurosa para reducir el endeudamiento del sector público. En el campo institucional propone combatir, desde posiciones políticas y morales, contra una situación que permite la aberrante aparición de organizaciones secretas que conspiran contra el propio Estado. El cierre temporal de la Bolsa no va a contribuir, sin embargo, a facilitar los propósitos del nuevo primer ministro, y anuncia nuevas y graves tempestades en el panorama político italiano.

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