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España, Estados Unidos y la OTAN

Cierto es que no siempre los intereses estratégicos coinciden con una línea ética y se subordinan a ella. Para Franco y sus Gobiernos, los pactos con Estados Unidos representaban salir del aislamiento y comportaban una legitimación política que Washington concedía benévolamente a cambio de unas facilidades en el establecimiento de unas bases que reforzaran el sistema defensivo occidental. Pero, por experiencia, sabe el Pentágono que los arreglos con las dictaduras se obtienen con menores dificultades y, generalmente, a menor coste. A cielo abierto, cuando los negociadores deben rendir cuentas a los respectivos parlamentos, las cosas no suelen ser tan fáciles. Cuando el aspecto político ya no ofrece obstáculos ni influye negativamente, como ocurría anteriormente con España, y cuando en ese terreno no cabe valorar concesiones, lo que decide, a la hora de la verdad, es el aspecto práctico de la cuestión. ( ... )( ... ) Sobre el papel, por tanto, el ingreso de España en la OTAN sólo es un problema de calendario. Bastará una votación del Parlamento por mayoría simple. Pero el grado de oposición o un cambio de actitud de la minoría socialista influirá en el clima psicológico, propicio o adverso, en el que finalmente se plantee este debate y el curso definitivo que vaya a tomar el mismo. Este punto, el de una fuerte oposición interna a nuestra entrada en la alianza atlántica y su eventual rechazo, también puede pesar en las actuales conversaciones de Washington.

En uno y otro caso -la propia oposición política responsable no se ha declarado neutralista- lo que no se pone en cuestión es la necesidad de un reforzamiento de la estructura e infraestructura de la defensa de nuestro territorio. Se trata de conseguirlo en unas condiciones más satisfactorias que en precedentes tratados. Con unas fórmulas de cooperación ampliadas a sectores industriales afines a la producción de material bélico y estratégico, y todo ello en términos más concretos y resultados más palpables.

9 de julio

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