Estados Unidos y los países pobres
LA SALIDA de McNamara de la presidencia del Banco Mundial, que ha ejercido durante trece años, parece estrechamente relacionada con el intento de reducir la ayuda a los países del Tercer Mundo y sustituirla por pactos bilaterales a los países cuyos regímenes agraden al presidente y a la mayoría del Congreso. La contribución de Estados Unidos al banco había sido fijada por el presidente Carter en 658,3 millones de dólares, más 3.200 millones en los próximos tres años para la International Development Association, filial del Banco creada en 1960, capaz de realizar préstamos sin intereses por un plazo de hasta cincuenta años a los países necesitados. Reagan sostuvo el compromiso con una falta de pasión evidente y lo entregó a un Congreso restrictivo sin ningún intento de librar una batalla considerable por mantener lo. La tesis conservadora, fruto sin duda del propio pensamiento reaganista, es la de que este dinero está sirviendo para Javorecer al socialismo y combatir la iniciativa y la empresa privada» en los países en los que se distribuye desde hace tiempo, McNamara está criticando la escasez de la contribución de Estados Unidos al fondo, que es incluso más baja -en relación con el crecimiento de su renta nacional- que la de otros países industrializados, y que ya otra filial del Banco Mundial -la Sociedad Financiera Internacional- se encarga de suministrar capitales comerciales a las empresas del sector privado. McNamara ya tenía malas relaciones con Carter: fue él quien designó para sucederle a A. W. Clausen, que fue presidente del Banco de América, un nombramiento que Reagan ha mantenido.La tesis de McNamara es la de que una anulación o incluso una reducción de la ayuda a los países subdesarrollados no solamente perjudicará a éstos, sio también, y muy directamente, a Estados Unidos. Sostiene el presidente saliente que el regreso de este bumerán sobre el país se realizará en forma de inflación (la caída en la producción de bienes de primera necesidad que se ha de producir como consecuencia de la falta de financiación por el Banco supondrá un aumento rápido en los precios mundiales), que los países del Tercer Mundo tendrán que reducir sus compras a Estados Unidos (estos países absorben un tercio de la producción norteamericana) con las consiguientes repercusiones en los sectores de producción y en el aumento del paro, y que los países privados de esta ayuda caerán en situaciones políticas y sociales difíciles, poniendo en peligro no sólo la estrategia global americana -en la que McNamara es un experto, como secretario de Defensa que fue-, sino su «seguridad nacional»: habrá que gastarse después en esos países -en envíos de armas o en intervenciones de última hora, o enreforzamientos de otras zonas próximas- más dinero del que ahora se niega. Prácticamente, la filosofía de McNamara corresponde a la larga época anterior, en la que se suponía que un riego de dólares oportunamente hecho podría- mantener una estabilidad en el mundo de. la pobreza; desde el cual esta doctrina ha sido acusada de colonialismo oculto o- neocolonialismo y de entregar a la corrupción de las clases dirigentes occidentalistas el dinero suficiente para que reprimieran la verdadera independencia de sus países. El cambio de los tiempos hace considerar esa misma política como «izquierdista»; y la respuesta de los nuevos economistas de Washington a la advertencia de McNamara es la de que Estados Unidos va a consagrar, no ya ese dinero, sino mucho más, si es preciso, a los países desarrollados: pero no indiscriminadamente, como hace el banco, sino selectivamente.
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