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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El canje

Siempre se ha definido uno como sociólogo de colas, o sea, que he estado en la cola del canje. Del canje del aceite que mata por el aceite que solamente engorda. La cola, tertulia lineal, es, con el golpismo marchoso y el tute subastado, una de las grandes creaciones sociológicas de nuestro pueblo.En lo sociológico hemos dado la cola, y en lo arquitectónico hemos dado la chabola. Son nuestras aportaciones a Europa. Razones más que suficientes para estar en Estrasburgo. Ha terminado, pues, la operación cambio, que es una operación que inició Suarez cuando nos cambió la colza ideológica del Consejo Nacional del Movimiento por el aceite puro de oliva que votaron los aceituneros altivos, socialismo y democracia mayormente. Aquel cambio de la soja de postguerra por la libertad y la verdad parecía que era un como devolverte al pueblo el oro derramado, el tesoro goteante del aceite español, tan español, devolverle lo suyo a manos llenas, a este país, repartir la riqueza/oliva del verdeoliva del verde que te quiero verde, del metal líquido, dorado y verde en que nuestro pueblo unta el pan y el corazón. Pero luego, no. Luego se ha visto que la oliva era colza, qué la democracia era oligocracia. que alguien nos estaba falseando el trueque, estropeando la permuta, adulterando la transición. Se han sabido algunos nombres de la trama del aceite y de la otra trama, pero el origen del fraude, la anilina última y letal, eso no acaba de saberse. Parece que el comercio, según historiadores, no es sino una consecuencia de la navegación y la guerra. Hoy, en vez de intercambiar lanzazos para conseguir doncellas, intercambiamos pesetas por nescafé.

Pero en el origen del comercio está la guerra (por eso cabe siempre esperar la estafa, el engaño, el envenenamiento), como se ha dicho que la política es la guerra por otros caminos. No hemos hecho sino vestir a nuestros antiguos de gris marengo y ponerles una corbata igualatoria al fenicio y al camita. El aceite, tan español que es nuestro olor nacional, a lo que nos huele España cuando regresamos (un señor de provincias me decía en la cola que Madrid huele a calamares fritos), el aceite, digo, se ha convertido en la metáfora esmeralda y espesa, deslizante como cobra de cobre, del aran trueque nacional, de la transición, de la traslación, de la cosa. Cuándo comenzó el error, en qué momento del proceso democrático vino la mano aleve a echar anilina homicida en el agua manantial de la libertad? Lo de la colza, que es una viñeta más de la corrupción transicional movida por quienes no quieren transicionar, se convierte en algo más que viñeta: es al mismo tiempo anécdota y categoría, porque a lo que más se parece el cambio o descambio de la colza por oliva es a las rectificaciones del Gobierno o la policía. Mientras Sanidad admite el fallo y le devuelve a la gente su aceite malo en aceite bueno, la autoridad desmiente el primer informe de Almería y abre caso sobre los tres muertos. O la policía nos cambia golpistas por macarras, en lo de la plaza de Cataluña. O se nos cambian las bandas armadas por patriotas, en la información, la Prensa o donde sea. La cola del aceite tiene una cierta salsa retrocamp de cola de los 40 / 40. Lo decía una pasota detrás de mí, en la cola:

-Qué ambiente.

Hermosa gente sin marca registrada, ya con las blusas variadas del verano. Aglomeración. Con Tejero pegamos un salto al XIX. Con el señor Coca y otros aceiteros altivos a los 40/40. Cada mañana amanecemos en un siglo distinto y extinto. Democracia es amanecer siempre en el día de hoy. Conquistar el presente. ¿Quién da la vez?

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