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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Referéndum en el Sáhara

NO PARECE que haya muchas probabilidades de que llegue a celebrarse con normalidad el referéndum de autodeterminación en el Sahara, propuesto por Hassan II a la conferencia de Jefes de Estado africanos, reunida en Nairobi, o, por lo menos, en fecha próxima. Si toda política es un complejo de intenciones ocultas bajo las abiertamente declaradas, la política árabe es tradicionalmente mucho más enrevesada. Hassan II hizo probablemente la propuesta con la intención de salir del cerco, diplomático creado por este tema, de ofrecer a su agitada opinión pública interior un conato de solución a la larga situación de guerra, y, sobre todo, de evitar un reconocimiento inmediato de la República Saharaui, que podría haber salido de esta conferencia. Pero será muy difícil que llegue nunca a aceptar las condiciones que parecen honestamente necesarias para que el referéndum tenga alguna efectividad: retirada de sus tropas y de su policía, regreso al Sahara de la población exiliada y, en cambio, retirada de los ciudadanos marroquíes que han invadido el territorio, libertades de propaganda, expresión y campaña, comisiones internacionales para verificar los escrutinios y compromiso de retirada definitiva y total en caso de que los votantes elijan la independencia. Problemas que crecen con la no aceptación por parte de los saharauis del referéndum, que hace suponer que no van a cesar sus actividades militares y de agitación, lo cual, a su vez, haría más difícil la neutralidad de Marruecos durante la campaña y la retirada de sus fuerzas armadas.Es interesante la disparidad de opiniones entre los saharauis y sus protectores y aliados, los argelinos. No hay que excluir que sea fruto de un cierto acuerdo, por el cual Argelia seguiría forzando a Hassan II a que cumpliera su promesa de referéndum, mientras el Polisario seguiría la lucha armada, de forma que Marruecos se colocase en una situación imposible. Pero la Argelia de Chadli Benjedid evoluciona cuidadosamente hacia posiciones menos radicales que las sostenidas en la época de Bumedian, y muchos sectores conservadores del país temen la agitación interna que se desprende de la presencia de los guerrilleros del Sahara (algo parecido al temor de los países árabes del otro extremo del Mediterráneo por la presencia de los combatientes palestinos). Argelia y Mauritania desearían ver, por su propio interés, un apaciguamiento de e la zona, cuya situación ha amenazado ya más de una vez con producir una guerra mayor.

Teóricamente, debería abrirse ahora una negociación entre las partes directamente interesadas -Marruecos, Argelia y Mauritania- sobre las formas de garantía del referéndum, pero probablemente también sobre sus resultados eventuales; es decir, la posibilidad de llegar a una fijación del territorio, y no sólo marroquí, dentro del Sahara, donde pudiera establecerse una República Saharaui, solución que contradice las aspiraciones del Polisario y también las de Marruecos. Sin embargo, el Polisario quizá no tendría más salida que aceptar lo ofrecido -si Argelia no continúa su ayuda-, y Marruecos podría saldar así una situación que está devorando el trono. En esta negociación, más o menos oculta, figurarían las condiciones de equilibrio nacional de los tres países implicados. El reciente armisticio entre Marruecos y Mauritania, una vez finalizada la cumbre de la OUA, parece abonar esta tesis.

Nada de esto es fácil; Hay intereses de las grandes potencias, hay también países árabes que no aceptarían de buen grado el equilibrio del Magreb atlántico y hay revolucionarismos en todos los países que apoyan a los saharauis.

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