El viaje del socialdemócrata Willy Brandt a Moscú despierta en la RFA los recelos de la oposición y del Gobierno
El viaje de Willy Brandt, presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), a Moscú, donde hoy se entrevista con el líder soviético, Leónidas Breznev, despierta en Bonn desconfianza en la oposición democristiana y una cierta incomodidad en el Ministerio de Asuntos Exteriores y en la cancillería federal. Para el presidente del Partido Cristianodemócrata (CDU), Helmut Kohl, la cosa está clara: el viaje de cuatro días a Moscú "encierra el peligro de que herr Brandt sea utilizado como un instrumento de la política soviética contra su propio canciller y contra los intereses de Occidente".
El portavoz socialdemócrata, Wolfgang Clement, se apresuró a calificar de pérfidas y absurdas las acusaciones de Kohl. Ante la presidencia de su partido, horas antes de partir para Moscú, Willy Brandt dijo que las conversaciones "sirven para una información recíproca: en el momento actual de la situación mundial parece necesario hacerse una idea sobre el terreno y también dar a la otra parte la posibilidad de plantear preguntas".Para estos objetivos mínimos no merece la pena el viaje ni la entrevista con Breznev, y esto es precisamente lo que preocupa en Bonn a la oposición democristiana, e incluso al mismo Gobierno.
En el Ministerio de Asuntos Exteriores, el liberal Hans Dietrich Genscher (FDP), persona sumamente desconfiada, teme que se ponga en marcha una especie de política exterior paralela. En la cancillería federal, Helmut Schmidt tampoco parece ver con buenos ojos el viaje del presidente socialdemócrata. El sernanario Der Spiegel de esta semana atribuye a Schmidt una pregunta dirigida a Brandt que puede resumir este clima de desconfianza: "¿Qué quieres hacer realmente?".
Las especulaciones y comentarios sobre los recelos de Schmidt ante el viaje de Brandt obligaron al canciller a decir en la reunión de la presidencia del SPD, ayer, en Bonn: "Quiero repetir expresamente, y por tercera vez, que me parece correcto que políticos dirigentes de nuestro país viajen no sólo a Washington, París y otras capitales occidentales, sino también a Moscú para mantener allí conversaciones. Esto tiene validez, especialmente, para un hombre como Willy Brandt".
Brandt ha tenido mucho cuidado de evitar todo carácter oficial al viaje. El pasado viernes tuvo que cambiar su séquito por ue el diputado socialdemócrata Peter Corterier, que estaba previsto como acompañante, pasó a ocupar un puesto de ministro de Estado en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Al final, Brandt partió ayer para Moscú con el vicepresidente del SPD, Hans-Juergen Wischnewski, una especie de político todo terreno, que goza de la confianza del canciller Schmidt. Los temores y recelos en torno al viaje de Brandt se basan en la suposición de que la Unión Soviética trata de dividir a la socialdemocracia alemana en torno al tema del rearme nuclear de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Los ataques de la Prensa soviética a Schmidt y el buen trato a Brandt parecen abonar esta interpretación, pero el intento sería demasiado burdo.
El centro de gravedad del viaje está centrado en la necesidad -que parece compartida entre Breznev y Brandt- de acelerar las negociaciones de desarme sobre los euromisiles, los cohetes nucleares de alcance medio en Europa. El objetivo de Brandt y su gente sería lograr la ideal opción cero: no estacionar ningún nuevo cohete nuclear; pero esto exige el éxito de las conversaciones de desarme. En el entorno de Brandt no existe una seguridad tan grande sobre las intenciones negociadoras de Estados Unidos como la que propaga continuamente el canciller Schmidt.
Brandt aseguró en el momento de su partida que el secretario general de la OTAN, Josef Luns, y de forma indirecta el Gobierno norteamericano, le confirmaron que existe una disposición a negociar el desarme, y así lo transmitirá a sus interlocutores soviéticos.
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