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Reagan busca apoyo popular en los Estados del Oeste a su programa económico

ENVIADO ESPECIAL Sumergido en plena batalla política con el Congreso, debido a la oposición de los demócratas a su programa económico, el presidente Ronald Reagan busca el apoyo popular con una serie de discursos por varias ciudades del Oeste americano, destinados a convencer de los aspectos positivos de su estrategia económica.

Entre tanto, en Washington, los demócratas se hacen los remolones a la hora de votar en los comités de la Cámara de Representantes, que deben aprobar el plan de Reagan. Posición denunciada como boicoteo por parte del malhumorado presidente.La ciudad de San Antonio, del Estado de Tejas, fue la primera etapa en la cruzada populista de Reagan, antes de continuar viaje a Los Angeles (California), donde pasará su fin de semana en su rancho, en las cercanías de Santa Bárbara.

En San Antonio, ciudad con casi un millón de habitantes, con una mayoría del 54% de origen hispano, Reagan habló ante Joycees Convention (Convención Nacional de Jóvenes Cámaras de Comercio). Unas 10.000 personas llegadas de todos los rincones de Estados Unidos aplaudieron al presidente en los párrafos más retóricos de su discurso.

Ronald Reagan pidió a los americanos que escriban miles de cartas al Congreso, insistiendo para que los políticos -es decir, los demócratas- acepten las propuestas económicas planteadas por la Casa Blanca.

Fuera del recinto de la Joycees Convention, unas 150 personas protestaron por los recortes presupuestarios en los sectores sociales o por la política de Washington en El Salvador. «Dinero para los necesitados, no para armas», era uno de los rótulos, escrito en español, que figuraba entre las pancartas de los manifestantes.

Un Ronald Reagan, a la defensiva, citó más cifras para demostrar la multiplicación del gasto público federal. Proclamó las ventajas de su programa económico (recortes en el presupuesto y disminución de los impuestos), presentado como la panacea imprescindible para volver a convertir América en grande.

Indirectamente, contraatacó a los demócratas, criticándoles de considerar erróneamente que el plan de reducción del 25 % de impuestos en tres años sólo favorecerá a los ricos.

Con un primer desliz de popularidad desde su llegada a la Casa Blanca (59% de ciudadanos continúan considerando positiva su gestión, pero sube del 21 % al 28% los que desaprueban su política), Reagan se defendió de pretender destruir América, como dicen algunos demócratas, con su plan económico, considerado como inflacionista por medios financieros de Wall Street.

Él terreno estaba abonado en la Joycees Convention, representativa de la «clase media» de la América profunda, que llevó, en gran parte, a Ronald Reagan al poder. Su discurso fue interrumpido veinte veces con aplausos.

A los que dicen que «no podemos reducir el gasto, disminuir los impuestos, rebajar la inflación y al mismo tiempo fortalecer la defensa que necesitamos en este mundo, tan peligroso, yo tengo seis palabras para responderles: sí podemos, sí debemos», dijo Reagan ante un público clamoroso.

«Hemos sobrevivido a la gran depresión». «Hemos superado Pearl Harbour con una de las victorias más grandes de la historia», lanzó Reagan en su inyección destinada a estimular el apoyo popular, cuyo eco no se refleja de momento en el Congreso.

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