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La nueva conciencia

El Club Cultura y Sociedad convoca un cielo de conferencias sobre las perspectivas de la democracia española. Parece que algo de democracia hay. Las perspectivas se despachan en ese Club, como en una tienda de gemelos de teatro. Se compra usted unos gemelos para las carreras y para el tenis, y ya puede ir al Wimbledon nacional a ver si, en el torneo Ferrer-Salat, Ferrer le gana a Salat o a la viceversa.La cosa empieza con Fernando Morán y Antonio Garrigues, dos buenos tenistas sin ninguna cancha política. Luego sigue Carlos Castilla del Pino, sabio que y amigo, siempre puede dar una buena con ferencia, aunque la Universidad democrática le ha negado la misma cátedra que le negó la dictadura, o sea que no le veo la perspectiva Senillosa sabe mejor que yo (es el conferenciante sucesivo) que desde que un guardia civil le prohibió leer en la grata velada del 23-F, una sombra ominosa se proyecta siempre sobre el libro que está leyendo. (Algunos me los manda a mí para que los lea y se los cuente, como el lord inglés que da sus zapatos a estrenar al mayordomo.) Raúl Morodo tuvo que deja la oposición para hacer oposiciones. Hay más material de conferenciantes y, finalmente, Tierno Galván cerrará el ciclo. Tierno, como él mismo gusta de decir, no tiene ningún poder ni siquiera para meter en la Feria del Libro a los setenta expositores que se han quedado fuera, porque Iñigo Cavero quiere llevar los novelistas a las reservas piel-roja de la Casa de Campo, evitando así que el Ayuntamiento pueda hacer otra movida cultural como los sanisidros o el Libro de Ocasión, en Recoletos, que todo cuenta en las futuras municipales. Lo he dicho más o menos por Radio Nacional, pero ell ocutor hablaba de «ubicar» la Feria aquí o allá, y ante el latinochetismo dejé la querella.

Caro Baroja, Arteta, Gómez Rufo, toda la basca culta, ilustre, leída, notable, que se enmogollona en este bello asunto, parece ser que busca «un lugar de encuentros para quienes se esfuerzan por la aparición de una nueva conciencia». Es loable lo que hacen, pero están montando unos juegos florales al borde del abismo. Una puesta de largo en un polvorín. Una primera comunión en un bar de alterne. Frente, a ellos hay obispos que echan de las procesiones a nuestro demócrata más civilizado, Paco Ordóñez; hay guardias que echan a la juventud de las acogedoras ubres de las maternidades de Henry Moore (alero preferido de todas las mocedades europeas para fumarse un magnolio y mirar la adultez/es,tultez de los adultos); hay una hueste azul de esbeltas fuerzas que se quema las manos en su propio fuego homicida, que ultraja crucifijos y fotos de don Juan Carlos, que destruye la labor escolar de todo un curso, que hace movidas paramilitares en Valladolid, que pega a los ancianos, que asesina señoritas guardias (a mí eso del terrorismo derecha/ izquierda no me mola: todo es sangre). Así las cosas, estas asociaciones de intelectuales para la defensa de la república coronada que no tenemos, las veo yo con el velito por media cara de los años treinta, más para una democracia estable, madura, segura, que para esta democracia/ western. En cuanto al «lugar de encuentros», me parece que las dos Cámaras, la Moncloa, las sedes de los partidos, las asambleas vecinales, el rascacielos sindical del Prado, etcétera, son lugares de encuentro que están ya ahí y que toda democracia occidental viene usando sensatamente.

Lo de crear «una nueva conciencia» es así como lujoso, porque ya tenemos la conciencia católica, la conciencia individual, la conciencia política, la conciencia ciudadana y la conciencia de que hay alrededor mucha gente sin conciencia. Si estos clubes son el astillero de un nuevo partido político (que quizá esté haciendo falta), sobra tanto protocolo. Si no, son el misterio de Elche, pero sin misterio.

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