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"Broncas" en el Parlamento..., por muchos años

Los últimos acontecimientos en el Congreso de los Diputados, al hilo de dos votaciones conflictivas -la de la ley de Divorcio y la de la disposición reglamentaria para eliminar determinados grupos parlamentarios-, han llegado a la opinión pública, a través de versiones interesadas, como el ejemplo de situaciones de bronca y escándalo que vienen a poner en entredicho; en definitiva, a la institución parlamentaria.Frente a quienes se han frotado las manos y han pregonado el desprestigio del Parlamento -leánse, si el estómago aguanta, los columnistas de ultraderecha en los periódicos de ayer- es preciso afirmar que, afortunadamente, el sistema parlamentario cuenta con mecanismos de rectificación, y que tales mecanismos han funcionado para lograr una ley de Divorcio más. progresiva y para evitar, por el momento, una decisión discutible sobre la configuración de la Cámara en grupos.-

En todo caso, mediante la pacífica y libérrima práctica del voto, los representantes populares han adoptado una decisión mayoritaria en materia de divorcio. Han encontrado también una salida razonable para el callejón difícil al que la imprevisión de unos y la incompetencia de otros había conducido el pacto político para la desaparición de tres grupos parlamentarios -andalucista, socialista vasco y socialista catalán- que, bueno o malo, aglutinaba en torno suyo a la mayoría de la Cámara y abría la puerta de un reglamento más ágil y flexible.

Pero lo políticamente trascendente es que las decisiones adoptadas han estado sometidas al debate, la negociación, la deliberación y el voto soberano, procedimientos todos ellos estrictamente democráticos y acordes con el sistema parlamentario votado por la gran mayoría de los españoles en el referéndum sobre la Constitución de 1978.

Cuando la opinión pública recuerda todavía con estupor y vergüenza el asalto golpista que padeció el templo de las leyes hace sólo cuatro meses, hay que felicitarse de que el 23-J reinara en el hemiciclo la normalidad parlamentaria. Y es preciso desenmascarar a quienes detrás de los errores políticos de los partidos y los grupos -zanjados de forma dernocrática, civilizada, mediante el imperio de la mayoría- pretenden cavar la fosa de la institución parlameniaría que sus compinches armados no lograron enterrar el 23 de febrero.A los que -no sólo desde la ultraderecha, sino también desde la sedicente derecha alérgica a la democracia- se rasgan las vestiduras ante lo que bautizan como bronca y escándalo, hay que decirles que son preferibles los más lamentables incidentes parlamentarios que las más pulcras actuaciones autoritarias y antidemocráticas protagonizadas por quienes a nadie representan y a todos pretenden imponerse. Y a los que colocan como escudo informativo de sus periódicos los problemas surgidos de unas votaciones parlamentarias sobre la noticia del nuevo intento golpista de sus amigos, es necesario explicarles que las verdaderas y condenables broncas son las perpetradas por la irracionalidad sediciosa y violenta, incapaz de someterse al veredicto de las urnas, esos recipientes de cristal que los facciosos rompieron siempre que pudieron y ahora añoran destrozar.

Y no se hable de absentismos parlamentarios ni de altercados legislativos desde la nostalgia franquista, porque los corifeos de antaño alvidan hoy que también el pseudoparlamento orgánico, viciado de origen por las designaciones a dedo y la falta de legitimidad democrática, ofreció escándalos notables en defensa de intereses corporativos y adoleció de ausencias flagrantes. Entonces, quienes ahora vociferan enardecidos unas veces porque la Cámara es aburrida, otras porque se agita o porque unas decenas de sus miembros se ausentan, mantenían enarbolado el incensario.

Sean en buena hora venidas las llamadas broncas parlamentarias, porque además de que, como dice acertadamente Calvo Sotelo, «los parlamentos son asi», mientras continúen produciéndose es señal de que funciona la representación política democrática, en lugar de la odiosa dictadura y la falsa paz de los cementerios y los campos de concentración.

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