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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Senado dice "no'"

EL SENADO de Estados Unidos ha denegado recientemente la designación presidencial de Ernest Lefever como funcionario principal encargado de la definición y política de Estados Unidos sobre el tema de los derechos humanos. La negativa a Lefever (trece votos contra cuatro en la Comisión de Asuntos Exteriores) no es sólo a un personaje de dudosa reputación (una de las acusaciones se refería a su relación con una poderosa multinacional de la alimentación y al reparto de esos productos en las zonas pobres del mundo), sino a unas ideas, y esas ideas son, principalmente, de Reagan. El presidente había encontrado en Lefever a quien suponía el hombre ideal -por ultraconservador- para llevar adelante su idea primaria y aberrante de que países reconocidos, como autoritarios, dictatoriales y totalitarios, en los que se violan los derechos humanos, deben ser admitidos como amigos y favorecidos con ayuda de toda clase si están luchando contra el comunismo, mientras que países de régimen abierto y aun democrático deben ser tenidos en cuarentena si su apertura no sirve de freno al comunismo, con el que se identifican de antemano, en la versión de la Casa Blanca, los movimientos de liberación popular.La idea contraria, la que trató de mantener Carter en los primeros tiempos de su presidencia, inspirándose en la tradición de su partido, era la de apoyar las democracias, las libertades y la lucha contra los totalitarismos, incluyendo, lógicamente, en ellos -y en primer lugar- al comunismo. Los de Reagan son principios antiguos, pertenecientes a la gran época de la guerra fría, y merodean siempre la cabeza del conservadurismo ciego. Este es el tipo de anticomunismo declarado de Lefever, el que ha practicado en el Centro de Política Etica y Pública que dirige (una fundación hecha sobre donaciones, acusada también ahora de recibir donativos de grupos cuyos intereses económicos se han favorecido), y esta es la ideología que tan aplastantemente ha sido derrotada en el Comité de Asuntos Exteriores, donde, hay, sin embargo, una considerable mayoría del Partido Republicano de Reagan. El presidente del comité, el republicano Charles H. Percy, explicó la doctrina del Senado: «No podemos alzamos en el mundo como los defensores de la libertad y la democracia, con un mínimo de credibilidad, si admitimos violaciones de derechos humanos básicos», y al anunciar el final de la votación añadió: «Pienso que nuestro país es hoy más fuerte en razón del voto que acabamos de pronunciar. No sólo por este voto en sí mismo, sino porque una mayoría de miembros del partido de la mayoría decidieron, a pesar de la enorme presión», llamadas personales de Reagan a los senadores, «tomar partido por los derechos humanos. Han servido bien a los ideales del país, y me parece que, a la larga, lo que acaban de hacer ha servido bien, también, a la Administración».

La actitud del Senado americano se inscribe en la gran tradición americana de respeto a las libertades. Será necesario, sin embargo, que se mantenga vigilante más allá del mero nombramiento de personalidades para «administrar» no ya los derechos humanos, sino la política directa de ayuda o castigo a los distintos países que se pueda hacer desde la Administración. De otra forma, los senadores sólo habrían conseguido una victoria retórica y semántica.

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