Gil-Albert altera el protocolo de la presentación de su obra

El escritor Juan Gil-Albert decidió anteayer combatir el calor de las continuas presentaciones de libros que se suceden estos días en Madrid: se despojó de su chaqueta y decidió invertir el protocolo tradicional de estos actos. Gil-Albert, cuya Obra poética completa, editada por la Diputación de Valencia, iba a ser presentada, prefirió iniciar él la celebración anunciando a los que iban a intervenir, los también poetas Luis Antonio de Villena y José M. Caballero Bonald, a quienes introdujo como «sabios en su materia, pero sobre todo amigos».Caballero Bonald se defendió del calificativo que le adjudicaba sabiduría, y dijo que, en realidad, el sabio era el otro: Gil-Albert, cuyo notable valor siempre había sido un ejemplo para él. Después de que Caballero hablara del presentado como «este escritor tan fino, tan impecable y que cada vez se parece más a sí mismo», Luis Antonio de Villena usó al cardenal Richelleu para situar en el mundo la obra de Gil-Albert. El lema del cardenal Richelieu era Non deserit alta (No abandona las cumbres). Ahí sigue, para Villena, la obra del autor alicantino.

Gil-Albert, dijo Villena, «festeja y magnifica la gran tradición clásica».

Al final, después de que el autor leyera cuatro de sus poemas, el público le atribuyó un prolongado aplauso, tal como los que sólo se le concedían a Manolete, dijo alguien.