15.000 personas para un festival de "pop" madrileño

Hace poco más de un año, un festival en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid ponía de largo a una serie de grupos que en aquellos momentos formaban lo que pasó a llamarse nueva ola en el rock.El pasado sábado, en la Escuela de Arquitectura, muchos de esos grupos, y otros nuevos volvieron a actuar, pero las cosas habían cambiado. Lo que en otros tiempos fueron unos cuantos cientos de personas entusiasmadas, se transformaron el sábado en más de 15.000 almas dispuestas a aguantar allí ocho horas y las que fueran. Lo que entonces fue un tingladillo de amigos se convirtió en todo un montaje, aquellos grupos que sonaban peor que mal demostraron aquí cómo lo suyo no era broma.

Empezamos comentando el montaje. Como buenos estudiantes de arquitectura, los patrocinadores del festival organizaron unas circulaciones para la entrada que dispersaban sin violencia todo posible agolpamiento, de manera que por ese lado no hubo mucho problema. Si lo hubo, y notable, en el hecho de que se vendieran botellas de cerveza, recipientes que acostumbran a romperse cuando caen al suelo, lugar éste por donde suelen caminar unos espectadores que no necesariamente son faquires. El equipo de sonido era algo justo, ya que se calcula un vatio de potencia por espectador y allí faltaban 5.000 vatios.

Aunque lo mejor fueron los grupos. Tanto los menos conocidos (Flash Strato, Farenheit 451, los Modelos o Tomen) corno los ya plastificados (Mama, Secretos, Nacha Pop, Rubi y los Casinos, o Alaska y los Pegamoides) se empeñaron en demostrar que no eran y no son un invento. Que su mal sonido de antaño no es algo congénito y que a tocar se aprende. Esto se reflejó sobre todo en dos puntos: el estupendo concierto de Alaska y los Pegamoides, con buen sonido, buenas voces, buena presencia y buenas canciones. Era algo tan convincente que se hacía difícil creer que aquel fuera el grupo caótico de otras veces. Pero también en la forma de moverse los grupos, algunos de los cuales, como Nacha Pop o Mama parecían verdaderamente fieros, mientras los Secretos parecen haber sacado ánimos de no se sabe donde. Por así decir y tomando además la espectacular presencia de Rubi, lo que vio el público fue una esperanza convertida en gozosa realidad, fue la constatación de que nadie les está engañando, de que son ellos mismos (los espectadores) con su aguante y militancia de estos últimos tiempos los que han logrado levantar el pop de una ciudad que durante mucho tiempo sólo había conocido el rock duro como única representación. Y eso a pesar de los errores. de las casas de discos, de la falta de circuitos, de la hiperbolización a que todo esto ha sido sometido por parte de los medios de información y de las propias carencias de unos grupos principiantes.