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Jorge Semprún y Juan Goytisolo, de acuerdo en que "la patria del escritor es el lenguaje"

Debate de los dos autores sobre el idioma y el exilio

La verdadera patria del escritor es el lenguaje. Esta fue la conclusión del coloquio que tuvo lugar el pasado lunes en el Instituto Francés de Madrid, entre los escritores Jorge Semprún y Juan Goytisolo; coloquio que se inscribió, y al mismo tiempo clausuró, el ciclo de «Diálogos franco-españoles» organizado por la emisora gala France Culture en colaboración con Radio Nacional de España.

Los dos participantes de esta última sesión, Semprún y Goytisolo, negaban de alguna manera la característica general de estos debates, al ser ambos españoles. Hasta ahora, los coloquios habían enfrentado a un intelectual francés con otro español. De este modo, Semprún y Goytisolo tuvieron que repartirse los papeles: Goytisolo es un exiliado voluntario desde 1956, que sigue utilizando el castellano como lengua de trabajo, mientras que Jorge Semprún, adolescente exiliado, forzoso durante la guerra civil, utiliza indistintamente en su escritura el francés y el castellano, aunque con clara ventaja para el primero.El tema del coloquio El lenguaje y el exilio determinó la presencia de ambos escritores. Goytisolo comenzó repartiendo los papeles. El mismo habIaría en castellano, mientras que Semprún lo haría en francés, «si no te sientes cansado», terminó el escritor catalán. «Ya estoy cansado», replicó Semprún, quien abrió el debate preguntándose por el sentido de las grandes preguntas. ¿Qué es una patria, qué es el exilio, y qué sentido tiene todo ello en la obra de un escritor?

« Para mí», siguió diciendo Jorge Semprún, «la verdadera patria del escritor es el lenguaje, son las palabras, y este mismo lenguaje le impone al escritor un exilio muy profundo. El lenguaje comunica, pero también aísla, pues es un fin en sí mismo: es al mismo tiempo la patria y el exilio». Juan Goytisolo se mostró de acuerdo, señalando que el castellano, al extenderse por toda la comunidad de países hispánicos, extiende y facilita las posibilidades de resistencia para el escritor.

«Mi exilio no fue voluntario», señaló Semprún: «Sólo pude llevar conmigo el lenguaje de la infancia, todavía sin cristalizar. Ya en el exilio, mi lucha consistió en apoderarme de la lengua que me había acogido. Tenía que robar un lenguaje. Pero al final he visto que se trata de una ilusión: siempre se es extranjero»

«¿Por qué escribes predominantemente en francés?», preguntó Juan Goyllsolo a su compañero: «En mi caso», siguió, «creo que es el idioma el que le elige a uno. Yo nunca he intentado escribir en francés, pero se trata de algo biográfico. Llegué a Francia cargado de la cúltura francesa que admiraba, pero a los veinticuatro años, ya formado. El francés ha sido siempre para mí una segunda lengua, ajena y exterior».

«Cada libro, en mi caso, elige su propio lenguaje», constató Semprún: «Escribí mi primera novela, Le grand voyage (El largo viaje), en España, encerrado en un piso, en la clandestinidad, en medio de un contexto totalmente español, y, sin embargo, el libro me salió en francés, se escribió en francés, idioma que se me impuso. Ahora escribo fundamentalmente también en francés, pero durante mucho tiempo he dudado. Al final resulta que estoy escribiendo una nueva novela cuyo título mismo es casi castellano L'algarabie (La algarabía).

Para Juan Goytisolo, la relación del escritor con el idioma puede explicarse mediante la metáfora amorosa. Hay un idioma titular, los otros son aventuras. «Pero tú», añadió dirigiéndose a Semprún, «eres una especie de bígamo. Aunque pienso que en francés posees un mayor control».

«Metáfora amorosa»

Aquí Semprún abandonó el francés: «Te voy a contestar en castellano. Yo no sé en qué idioma escribo mejor, pero voy a continuar con la metáfora amorosa. Con el francés mis amores son apacibles y coronados por el éxito. Con el español se trata de un amor desgraciado, doloroso. El castellano es un idioma que se habla casi solo. Hay en él cierta tendencia a lo definitivo, a la solemnidad. Creo que el castellano puede dominar a un escritor, y no al revés. Tal vez tus últimos libros señalan este fenómeno».«Yo hablaba mejor el francés en España, antes de mi exilio. Una vez en Francia me tuve que defender del francés», señaló Goytisolo. «Luego, en Estados Unidos, me pasó lo mismo con el inglés, que fue un nuevo amor, mientras el francés "pasaba a ser una vieja amante". Y ahora es el árabe. Yo lo hablo todo mal». Semprún explicó que se ha creído ver influencia de Proust en Le grand voyage, pero que en realidad él sólo ha leído a Proust en la traducción castellana de Pedro Salinas, «En La deuxieme mort de Ramón Mercader (La segunda muerte de Ramón Mercader) saqué a un personaje que lo sabía todo sobre Proust, pero que nunca lo había leído. Era una manera de burlarme de mí mismo».

« Cada escritor aporta una nueva sensibilidad al idioma en el que escribe», señaló Goytisolo, que puso como ejemplo la influencia de los escritores irlandeses en la literatura inglesa, y la de los escritores árabes en el francés en el que escriben. «Es la hora de la literatura de los marginales, de los metecos. El francés es un idioma que no se puede manipular desde dentro».

¿Cómo traducir a Góngora?, preguntó Goytisolo. ¿O a Rabelais y Céline? «Habría que inventar un nuevo lenguaje», concluyó Semprún. «Los exiliados reaccio nan de diferentes maneris», dijo Goytisolo. «Algunos siguen con la vista vuelta atrás, a la realidad perdida; otros se adaptan con mayor o menor facilidad a la nueva; pero queda un tercer grupo, tal vez donde yo me encuentro, el de quienes cortan sus raíces y no las anclan ya en ningún otro lugar».

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